¿Sentirán las moscas algo? ¿Sabrán que hace calor, que la basura huele y los corazones rotos se funden con más rapidez? ¿Sabrán ellas que hoy hay alguien demanda una helada o, al menos, espera que el día se convierta en un eterno invierno que responda a lo que sucede al interior de esos callejones sin salida, sin entrada, de vidrio ennegrecido por el paso del tiempo? ¿Sabrán?
Son palabras grandes, demasiado enormemente mucho. No dicen nada, pero son estupideces que todo el mundo entiende. Y son fáciles de articular, no exigen demasiado esfuerzo. Las faltas de ortografía son recurrentes, la sintaxis y la sinapsis no siempre suelen trabajar juntas. Los dedos duelen de tanto enterrarse en el plástico, ese que -por más fuerte que golpees- no transmite tu deseo de romperlo todo... DE GRITARLO TODO.
Un día sacaré una canción de esto. Eso dije, y lo pretendo cumplir. Usualmente mis promesas no valen mucho, no soy un hombre de palabra, pero esta vez de veras me gustaría que existiera una canción que entendiera. Y no es que mis promesas sean volátiles, es que lo que prometo suele no serme de importancia. Y al mismo tiempo las canciones no son algo que maneje bien. Soy cursi, soy un cursi. Soy un romántico que habla de almas, corazones y sentimientos. Habla de miedos, de ti, de ellos, de lo que pasa cuando el color del mar se vuelve gris, de cuando las nubes rosadas de la tarde solo reflejan gotas perdidas, deseos que nunca llegaron a concretarse... De amores. De amores no correspondidos que se evaporaron y llegaron a ser lo que son hoy: Nubes, que cada cierto tiempo llueven esperanza, que por los ríos corren desesperadas hasta encontrarse en el camino con salmones que intentan nadar contra la corriente, que intentan tener amor, poseerlo. Son esos mismos salmones que un día, cuando se piensen en el amor, morirán dejando atrás gente con la misma creencia: Que el amor se ostenta.
De eso canto.
Ahora, si las moscas supieran cantar...
Soy fuerte, soy egocéntrico, hablo de mi todo el tiempo. Soy exigente. No quiero nada menos de lo que me merezco... Pero quien sabe si hasta merezco la soledad. Y es que soy un idiota por pensarme merecedor de tanta penuria, si nadie se lo merece realmente. No se trata de vivir la emocionalidad en cada centímetro de sábana que te acurruca en la noche, no se trata de conmoverse por un video que trata tus experiencias vívidamente. No se trata de verte en cada personaje sufriente de cada película que cada viernes miras con un helado en la mano y un chocolate en la otra. No se trata de eso, se trata de que soy un egocéntrico. Se trata de que el sol pretende derretirme -como el chocolate en mi mano- para que un día deje de existir. Para que un día...
Pero ¡Epa!, que no soy sensible y no quiero serlo. Aunque si lo soy, pero no muchos lo ven. Nadie tiene por qué enterarse de lo que pasa dentro, eso es mio, es lo que al final del día es solo para mi. Soy yo y yo mismo, porque nadie me ha movido, nadie me ha invitado, nadie se ha aparecido. Nadie lo ha propuesto, porque mi tiempo no alcanza, porque no quiero notarlo, o quizás porque esas moscas que deambulan en mi pieza intentan decirme que mi compañía no es necesaria, o que el sol no calienta para mi, o que su visita solo alcanza para un saludo rápido... Porque, ¿Qué saben ellas de la vida? ¿Qué alcanzan a vivir en esos dos minutos que me ven los ojos, llenitos de qué se yo qué cosa¡ ¿Qué creen que ven cuando mi cuerpo yace en mi cama, tendido mirando el techo como si no existiera y hubiera un gran más allá que no termina?
Finalmente creo que lo único que alcanza en este momento es un pensamiento. Solo uno, no hay para más. A veces creo que realmente ni eso cabe. A veces soy yo, y mi cama, y las moscas, y el calor. A veces ni eso. A veces...
Siempre...
Estoy solo otra vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario