Pestañas

enero 04, 2015

2015: El año del intento


Empezó el 2015 y con él empezaron varias cosas, cambiaron otras y el camino se ha ido despejando de a poco. No sé cómo terminaré este año, pero de seguro lo empecé con ganas de que mi realidad cambie. Y lucho por ello día a día.

Puede que este blog no tenga un curso específico, no está demarcado su devenir o su propósito. La verdad es que mi vida tampoco lo tiene. La gente dice que a cierta edad uno debería ya saber qué quiere hacer de su vida, pero tengo 25 y aún siento que tengo demasiadas posibilidades que explorar. Quizás es algo de mi generación, ya que tenemos tantas cosas por conocer, estamos invadidos de tantos estímulos, hay tanta información recorriendo esta cosa llamada internet que si a los 17 no sabes qué carrera estudiar te comprendo completamente.

Y es que no es fácil, no es para nada fácil es un mundo en donde las posibilidades son literalmente infinitas. Digo posibilidades, porque ese cuento de que las oportunidades están para todos es una mentira feroz, un raspado de olla ideológico. Dejaré para otro día el tema de la meritocracia, porque hoy me quiero enfocar en otras cosas. Y, de nuevo, nótese que tampoco tengo muy claro hacia dónde va esta columna. Porque si, en este momento en Chile la indignación crece (tanto o más que las posibilidades de exploración de las que hablaba), pero también nos recorre una sensación lastimera y nostálgica pues luego de las manifestaciones sociales del 2011 y la triste idea de que nada ha cambiado en realidad, para lo que nos alcanza es para la indignación twittera. No digo que esto sea algo bueno, sólo digo que lo comprendo. Lamentablemente la idea de que nada ha cambiado es sólo eso: Una idea.

Entró el 2015 y el caso del financiamiento ilegal por parte de Penta está en boca de todos -o al menos debería. La absolución de Larraincito también es algo que quedó en la retina de toda la ciudadanía. La dimisión de Helia Molina por decir la cruda verdad fue apoyada por varios testimonios de aborto en clínicas cuicas, muy lejos del mito urbano. ¿Y en qué estamos los espectadores de tal tragicómica realidad? ¿Sentados en nuestras butacas viendo como todo pasa y actualizando nuestros estados de facebook, indignados, enojados, decepcionados?


Para mi este año viene con fuerza y dejó atrás un 2014 de limpiezas. Lo tóxico, lo dramático, lo que me anclaba a malos estados o complicaciones innecesarias lo dejé allá. Allá también quedó esa sensación de que nada ha cambiado, porque me cambié de ciudad y mi contexto con ello dio un vuelco. Así, las cosas que me indignan no puedo dejarlas pasar, no pueden pasar desapercibidas y es necesario unir fuerzas con aquellas personas que nos sentimos molestos por los hechos que acontecen en nuestro país para mostrar nuestro descontento. Quizás no podemos cambiar las leyes, pero podemos exigir que las cambien. Quizás no podemos despedir a ningún político, pero podemos exigir su dimisión. Quizás no podemos fiscalizar que las empresas aporten dineros ilegales a próximas campañas, pero podemos poner ojo para que al momento de votar en las próximas elecciones esta gente no se vea beneficiada por nuestra raya en su papel. Porque no se trata de quedarse de brazos cruzados, sino de incidir en la realidad de nuestro país tal cual como lo hacemos en nuestra vida propia.


Este 2015 no estoy dispuesto a aguantarle nada a nadie. El que la hace la paga, y eso no es ser mala persona o buscar la venganza, es respetarse lo suficiente como para ignorar a quien se lo merezca y decirle las cosas a la cara a quien le haga falta. Si es necesario salir a la calle para que nos oigan, ¡ya lo hemos hecho antes! ¡ya salimos, gritamos, prendimos barricadas y declaramos en los medios! ¿nos detendremos ahora? Yo no, ni en lo público ni en lo privado, porque este nuevo año buscaré y encontraré. Y si no, me dará tranquilidad saber que lo he intentado.

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