En lo personal, el show
mediático completo de una Teletón que tiene poco de solidario y
caritativo, y que en realidad funciona simplemente para generar
publicidad barata y crecimientos desmesurados del capital de
multitiendas, hypermercados y diferentes marcas transnacionales me
importa bien poco. Me molesta, de hecho, que sea un mal necesario,
pues lamentablemente en Chile los legisladores no legislan, no
trabajan, se ausentan y, peor aún, no representan a la ciudadanía
sino que prefieren defender sus cuotas frente a los grupos económicos
nacionales e internacionales. Dicho ésto es que el siguiente
artículo se presenta no como una crítica a la puesta en escena de
Don Francisco, sino a una situación que se da dentro de este gran
show.
Las estrategias
comunicacionales que la Teletón tiene para motivar al público son
diversas y me parece que, como evento publicitario funciona
perfectamente: Las grandes brands
se pasean por su escenario pavoneando su hipotética solidaridad.
Entre estas estrategias está el bloque de humor, las historias de
vida, Mister Teletón y la famosa y ultrajada Vedettón.
Insisto:
Como venta de ideas funciona excelente, y el rating es elevado
siempre. Pero la Vedettón tiene algo que me hace ruido, y en esta
entry pretendo identificar exactamente qué es. Partamos desgranando
el choclo, porque no puede ser simplemente la inclusión del desnudo
en la televisión No soy tan conservador como para no disfrutar de un
lindo cuerpo, de unas lindos senos y unos glúteos trabajados. Por
favor, las señoritas Ríos, Borghi, Bustamante y todas las que les
siguen en la lista hicieron de sus perfomances un verdadero ejemplo
de belleza occidental, colores, luces y gritos efervescentes. No voy
a ser tan mojigato como para decir que no me encanta a exhibición
pública de cuerpos que inspiran deseo. A esta sociedad le falta
liberarse de su acartuchamiento y empezar a entender que el cuerpo
desnudo no tiene por qué ser objeto único del arte, sino que la
vida cotidiana ansía deleitarse con protuberancias, firmeza y
erotismo.
Y
así dejamos de lado de un principio a la desnudez. Pero, si no tiene
que ver con ésto, ¿qué más?
En
el afamado Mister Teletón tenemos a varios hombres, todos mayores de
edad, mostrando sus aptitudes viriles. Ya no es ni un mito ni
pertenece a áreas reservadas el hecho de que para ser un “hombre sexy”
no se necesita acarrear grandes troncos, mostrarse tonificado y
apretadito ni poseer exuberantes abdominales. Usualmente las
características masculinas difieren tanto de uno a otro hombre que,
por ejemplo, Longhi y Camus desfilan en boxers dando un entretenido
espectáculo, dejando por el suelo el supuesto de que el six pack, la
sonrisa sexy, la postura erecta y el saludo tímido son los atributos
de un candidato al premio mayor. Ni siquiera el ganador, Marocchino,
salió con la pose de un adonis: Broméo, bailó, mostró sus
tonificados músculos en medio de movimientos más graciosos que
sexys y luego salió tranquilo de la pista. Y es que ojo, las juradas
exigen simpatía y humor como elemento principal, no el esbelto
cuerpo de una estatua griega, a pesar de los toqueteos que tuvieron estilo y fueron graciosos y sensuales, agradables.
En
la Vedettón, que se muestra casi a las 5 de la mañana, a diferencia
del show anterior que se hace en horario para todo público, opera un reglamento totalmente distinto: La candidata debe mostrarse fiera,
gatuna, curvilínea, esbelta, tetona y potona, ojalá guiñarle al
jurado, bailar sensualmente, tocarse con los bailarines y levantar la
pierna, pero por sobretodo, quedarse con la menor indumentaria
posible procurando desnudarse completamente. Luego debe quedarse a la
mirada de un auditorio expectante y enardecido para saltar, mover la
colita y besar a tanto hombre como se le ordene.
¿Ven
las diferencias?
¿Qué
hace que un show sea tan distinto al otro? ¿De verdad le ponemos
color con esto de que a las mujeres se les trata violentamente?
¿Deberíamos molestarnos por ésto o mantener silencio y dejar que
la gente disfrute?
Partamos
por lo básico: Nadie puede decirle a la otra persona qué pensar,
qué hacer, por qué reirse y cuándo callarse. Quisiera explayarme
más en este punto ya que la idea de la falsa tolerancia abunda
después de un Movimiento Estudiantil que ha puesto en la mesa todas
las desigualdades, injusticias y mentiras que la realidad nacional
encubre, silencia y la sociedad civil prefiere no escuchar para vivir
más felices o “porque siempre ha sido así”. Lamentablemente hay
mucho que decir sobre la falsa tolerancia, pero la conclusión que se
nos debería grabar es la siguiente:
Si
yo expongo mi opinión al resto, debo ser suficientemente inteligente
para saber que estoy iniciando comunicación, por lo que de seguro
recibiré opiniones de vuelta. Pedir respeto intentando acallar
críticas es como pedir que la ola no nos moje en el mar porque
queremos disfrutar sólo del agua.
Dicho
ésto, a mi me molesta de sobremanera que los espectadores no
comprendan la diferencia... cómo decirlo... simbólica, entre lo que
acontece en un escenario y lo que sucede al detenerse la música. Y
pido la ayuda de los y las enteradas en esta diferenciación para que
me expliquen seriamente el switch, pero por ahora me dedicaré a
intentar describirlo fehacientemente.
Y
es que no puede ser tan complicado de entender que una performance
como la de las candidatas en la Vedettón pretende estimular y
generar placer, claro está, pero ese placer es visual. No importa la
música, no importan los bailarines y probablemente no importa el
color del atuendo de la protagonista. Importa que se vea sexy y que
cumpla con los requisitos que mencionaba más arriba. Hasta a mi me
parece atractivo y agradable hasta este punto. El topless, la
diminuta cubierta de la señorita de verde y la mirada de gatúbela
de las participantes es, por lo bajo, excitante. Pero termina la
música y se suceden una serie de momentos asquerosamente incómodos
que tienen que ver, yo creo, con la imposibilidad de la audiencia
-sobreexcitada- de comprender que acaba de terminar la performance y
no es necesario que le pidan quedarse. No es un lapdance ni la
exhibición de artefactos de placer: Es una persona, una mujer la que
mueve las caderas sensualmente en un escenario.
Ahora,
estoy seguro que a varias de las participantes no les molesta saltar,
mover la colita y quedarse a que las miren depravadamente o que las
abracen. Pero a mi me produce una sensación de incomodidad
asquerosa. Son mujeres que libremente
acceden a jugar el papel de juguetes sexuales, de cuerpos vacíos, de
cosas. Es lamentable, pues terminan siendo víctimas igual.
Por
otro lado, el argumento que versa “ellas saben a lo que van” me
parece indiscutiblemente ridículo. Es, escencialmente, el mismo
argumento que indica que las mujeres violadas “se lo buscaron”.
No me voy a referir a ésto porque lo considero una pérdida de
tiempo. Es irrisorio, y punto.
En
definitiva, la Vedettón es un show violento, no por la exhibición
de pechugas y potos. Lejos de eso, por lo que sucede luego de la
performance: La vulneración de la dignidad de aquellas mujeres que
brindan un espectáculo de calidad -o a veces simplemente mueven de
aquí a allá sus atributos y con eso basta. El peak de la
incomodidad y la motivación de este artículo apareció en la
“conversación” con Antonella Rios, a la que no le devolvieron el
sostén aunque ella lo pedía con una incomodidad penosa y a la que
le pidieron la colita a lo cual ella se negó. Fue evidente lo pasada
a llevar y agredida que se sintió. Si no se fue corriendo de ahí
es debido a su calidad de figura pública y, quizás, su fuerte
compromiso con la Teletón misma o quién sabe por qué. Tras el
análisis de todo esto, no creo que la conclusión principal sea que
le pongo color.
Y
para cerrar esta entry, me gustaría responderme a mi mismo y
explicar por qué un show es tan distinto a otro.
Lamentablemente
tiene que ver con una dimensión más compleja, puesto que responde a
un régimen político en torno al sexo, donde los hombres pueden
disfrutar, deleitarse y utilizar no sólo la figura o la imagen, sino
el cuerpo y hasta la vida de una mujer. Claramente sería necesaria
una jornada de conversaciones y conocimientos compartidos para poder
entender cómo se desarrollan estos mecanismos y cómo se perpetúan
en las conciencias de hombres y mujeres, pero al menos podemos
intuirlos a partir de estas reflexiones. Así, no le interesa a este
ordenamiento el cuerpo del hombre, por lo que se le deja ser, no se
le manipula y en el escenario tiene plena libertad para mostrarse sin
exponerse completamente. El sistema lo cuida, lo protege de las
situaciones embarazosas y no da permiso a la mujer para apropiarse de
él. De hecho la exposición del cuerpo masculino como pleitesía al
deseo femenino ocurre en la intimidad y en el escenario. En ningún
otro momento la mujer lo posee. Así se produce el concurso de Mister
Teletón.
Pero
el cuerpo de la mujer debe estar a la vista de todos, debe someterse
a la voluntad colectiva de los hombres: menearse, obedecer, ser sexy,
provocar deseo, ser bella y hablar poco. Los hombres tienen completo
derecho a exigir ver más, tocar más, acercarse más. Así funciona,
y eso es lo que se reproduce en la Vedettón.
Para
finalizar, los dejo con una performance que cumple todas mis
exigencias por ser clásica, entretenida, graciosa, sexy y por tener
a una diva de protagonista, aunque no la hayan dejado hablar. Mis
felicitaciones para Maripepa Nieto.
Excelente.
ResponderBorrarputo
ResponderBorrarestoy en completo acuerdo .......... pues dicen que ley pareja no es dura :D
ResponderBorrarhttp://ludditassexuales.wordpress.com/2010/08/12/la-droga-genero/
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