Pestañas

julio 31, 2012

El Montaje como estrategia estatal de resolución de conflictos

El otro día miraba Tolerancia Cero, por primera vez en varios meses ya que los cambios constantes de lugar vital han generado que mi estancia en los lugares donde, valga la redundancia, he estado, hayan prescindido de televisión y más bien hayan contando con lo escencial: Una cama. El asunto es que en dicho programa se trataba el tema de la causa mapuche, invitando no a un representante originario, sino a un terrateniente por su ímpetu de generar una especie de guerra civil dado su llamado a las armas.

El programa me hizo reflexionar respecto de varias cosas, principalmente sobre la manera en que se resuelven los conflictos en nuestro país. Es significativo el discurso que aquel latifundista presentaba, principalmente porque era clara su escuálida formación en oratoria. Pero ésto se repite en la mayoría de los chilenos y chilenas, por lo que no tiene tanta relevancia. Al menos no cuando se aísla de otros factores, como la reiterativa sensación de que su discurso estaba construido para un evento mediático como la participación en tal programa.

No sé si sorprenda. Al menos no al lector asiduo y crítico del manejo del -mal llamado- "Conflicto Mapuche". Hace sólo unos días, en una manifestación pública frente a La Moneda, un grupo de supuestos agricultores protestaba por la agresividad de mapuche, los cuales le habrían "quemado la casa". Luego de un par de preguntas del periodista, el entrevistado confesó ser sólo un acompañante de su patrón, que no le habían quemado la casa y que el cartel no era suyo, sino que de alguien que se lo había entregado para figurar. En la noticia que se presenta linkeada unas líneas más arriba, también se destaca la sincronía que tienen las declaraciones de Ovalle con las del ministro de Justicia. Suma y sigue.
Luego de ésto y, en realidad, de varias oportunidades en que se ha descubierto la manipulación mediática o, derechamente, los montajes que el Estado de Chile ha orquestado, me quedan serias dudas de cómo se ha llevado el asunto con el pueblo originario.

No se me escapa de la memoria, ya que son hechos recientes, los distintos intentos que en el 2011 se sucedieron en torno a las manifestaciones estudiantiles. Recaredo Gálvez se volvió un caso emblemático, pero como él hubieron varios otros y otras que, luego de procedimientos de detención ilegales y, como es ya clásico, impunes, fueron sancionados por delitos que nunca cometieron.

Los montajes mediáticos se han visto potenciados por el gigantezco despliegue territorial que los medios de comunicaciones actuales ostentan. o es difícil generar un acontecimiento que nunca existió, promover el miedo a algo o alguien, tildar a cierto grupo de terrorista o incluso fingir una paz y sosiego en pos de acallar el reclamo de toda una región. Basta una foto para reportar avances y acuerdos y el Estado de Chile lo sabe muy bien. Heredero de las tácticas estadounidenses para generar gobernabilidad, Chile se ha preocupado de posicionar a expertos de la mentira y el engaño, pues al parecer el atontamiento de la población da frutos en un país donde la desigualdad reina.

La estrategia de solución de conflictos del Estado siempre será -por lo bajo- dudosa, sobretodo dadas las redes con el sector empresarial que se establecen a vista y paciencia de todos y todas las habitantes del territorio nacional. Resulta simple establecer las conexiones y entender cómo se materializan en leyes como la Ley de Pesca, caso reciente que se minimizó en los medios de comunicación mientras centenares de pescadores artesanales y organizaciones de la sociedad civil reclamaban legítimamente el derecho al espacio en esta reformulación. Lo peor tiene que ver con las acertadas declaraciones de Cosme Caracciolo, actual presidente del Sindicato Caleta Puertecito de San Antonio y ex candidato a diputado por la Quinta Región Costa, quien expuso ante un diario digital la estrategia demagógica y fraudulenta del Ministro Longueira.


Hace menos de un mes el Movimiento por la Diversidad Sexual, MUMS, salió a las calles en la Marcha por la Igualdad denunciando el montaje que significaba la Ley Antidiscriminación y publicó un comunicado en torno a la temática. Ley que está lejos de solucionar los problemas de fondo que aquejan no sólo a quienes tienen una orientación sexual distinta: No genera fondos para la creación de políticas públicas de prevensión de la discriminación, relativiza la importancia del derecho a la igualdad frente a otros derechos generando una contradicción jurídica; en concreto, es otro lavado de imagen para un Estado que poco o nada le importan las problemáticas sociales sino que el programa principal siempre resulta ser figurativo. Parecer siempre importa más que ser. 

Ejemplos de montajes de distinto tipo por parte del Estado de Chile no faltan. Es por esto que cuestiono cada movimiento del organismo central chileno, ya que está lleno de relaciones cochinas -por decir lo menos- entre gerentes, hermanos de gerentes, accionistas o hijos de accionistas que son, fueron o postulan a algún cargo en la administración pública.

Al momento de estudiar el cause de un conflicto en Chile se debe partir, a mi juicio, desde la duda respecto de las acciones del Estado. Más que a nivel teórico, en la práctica se demuestra que la confiabilidad en los personeros de un organismo mentiroso y manipulador no debe presumirse. Si alguien está pensando en enterarse más sobre lo que acontece en Chile, le aconsejo considerar esta columna. Partir de la base de que el conjunto de la sociedad es víctima constante de la entrega de una información digerida es necesario para cualquier análisis serio. Y ésto es sólo la punta del iceberg.

Esto, más que una columna de opinión, también es un llamado a potenciar a aquellos y aquellas periodistas que están realmente comprometidos y comprometidas con la verdad y con la defensa de los Derechos Humanos. Es un llamado a desbaratar las elucubraciones del aparato estatal, pues está en nuestras propias manos el informar, el crear conciencia. Depende de nosotros y nosotras ser parte de quienes luchan por una sociedad más igualitaria o subsumir nuestra existencia en los macabros planes de grupos que tienen intenciones, al menos, de dudosa calaña. Dudemos. Al menos dudemos.

Contrainfórmate.

julio 26, 2012

Homofobia Estructural: Valeska Salazar fue agredida por todos y todas


Hemos de recordar que las agresiones discriminadoras vienen directamente de los contenidos que se les imparten a los alumnos y las alumnas en la salas de clases, con los comentarios que nuestros padres hacen frente al televisor, con las tías olvidadas por su eterna soltería y los primos que esconden bajo las diferentes formas de ser caballerito. Esa es su fuente: Nosotros y nosotras mismas.

Nuestra capacidad para sensibilizarnos y comprender a la persona a nuestro lado es la que genera una sociedad tolerante; y, al mismo tiempo, la falta de empatía es la que genera la seguidilla de lecciones de intolerancia que finalmente terminan en agresiones en Santa Juana, en el parque San Borja, fuera de las discos o en las mismas aulas, donde el profesor no dice nada y la profesora valida los insultos homofóbicos.

El problema es estructural.

Si el problema es estructural, deben haber, al menos, dos factores que se interrelacionan y generan la síntesis “Homofobia” (o lesbofobia, o transfobia; a falta de un término unificador). A mi parecer, los dos principales son el rol del Estado en esta materia y las presiones que se ejercen desde la sociedad civil.

Por una parte, el Estado de Chile reconoce y condena todo crímen que devenga racista, homofóbico, sexista, etc. Condenar es fácil es una sociedad globalizada donde los medios de comunicación son la ventana perfecta hacia el mundo. Un discurso puede hacer un personaje, y la búsqueda del poder se facilita si las encuestas favorecen al o a la candidata. Basta un par de declaraciones para vender una idea progresista. Hoy en día, insisto, no es muy dificil.
Declaraciones de buenas intenciones tenemos todos los días y respecto de diversas problemáticas. El rol del Estado que buscamos es más importante, más vinculante, concreto. El rol del Estado que, para estos casos, buscamos debe ser el de garante.

El Estado de Chile debe garantizar la seguridad y el respeto de los Derechos Humanos, los cuales son inalienables para toda persona que pertenezca a la nación.

La mejor manera de velar por el cumplimiento de ésto es fiscalizar que, tanto en el Congreso como en la Presidencia, se estén generando las condiciones para que el derecho a vivir en paz se cumpla. Revisar planes y programas, políticas públicas y declaraciones se vuelve necesario a la hora se presionar y luchar por la calidad de vida. El respeto de la dignidad lo exige, principalmente porque los Derechos Humanos no fueron cedidos por piedad, sino que exigidos con luchas que los respaldaron.

Así, escudriñando en el rol del Estado chileno, conformado por todo personero político que participe del sitema actual, nos encontramos con años y años de invisibilización, satanización, criminalización y violaciones estructurales a la dignidad de los y las sujetos de la diversidad sexual. Lo anterior, presente tanto en comentarios de un senador a otro como en la misma constitución de la república. Recordar el mensaje “sinvergüenza y cola” del diputado René Manuel García (RN) a Marcelo Diaz, nos da luces sobre cómo y qué se piensa de tanto cola chileno: Somos arte y parte en una ofensa, la cual usualmente aparece en boca del Señor Juanito Perez o, en otras ocasiones, en Senadores de la República. Otros alcances, más “cotidianos” pero impresionantemente públicos se describen en éste enlace.

No faltan los ejemplos.

Lo que sigue viene a ser bastante lógico: Si permitimos estos epítetos -gratuitos, por lo demás- y ni un pelo de nuestro brazo se eriza por la incomodidad que provoca la ignorancia de estas anteriores declaraciones, es claro indicador de que nuestra contribución a un entorno saludable es menor de lo que esperábamos. Tanto en la cotidianidad como en la macropolítica es necesario un cambio de lenguaje, principalmente porque el lenguaje construye realidad: La forma en que nombramos o nos referimos a las cosas genera valoraciones, entendimientos y prejuicios. Erradicar el insulto y generar políticas públicas que eduquen a la los chilenos y chilenas es URGENTE, generar un manual único y obligatorio en materia de diversidad sexual es URGENTE.

Evitar atropellos como el de Valeska Salazar es tarea de todos y todas. No podemos culpar a los agresores sin entender que parte de ellos habita en cada uno de nosotros cuando ofendemos a alguien de piel oscura sólo por ser de piel oscura. Aquello no dista de las declaraciones de Labbé en relación a las dueñas de casa, ni el repudio a Hinzpeter sólo por su ascendencia judía. La discriminación arbitraria duele sólo cuando es uno o una la víctima. Despertemos: Somos victimarios también, por tanto depende también de nosotros erradicar estas mosntruosas prácticas.

Se ha promulgado una Ley Antidiscriminación fruto de una coyuntura específica, pero la modificación legal no sigue las mismas lógicas de la ingeniería: No somos cosas, somos complejidades humanas. Chile no será un país mejor hasta que la “Ley Zamudio” se complemente con un esfuerzo de compromiso real por parte del Estado y un reclamo potente de la sociedad civil por recursos que generen prevensión de la agresión, sobretodo dado el escuálido aporte que aquel proyecto suma.

El papel de la Sociedad Civil

Cuando hablo de la Sociedad Civil no sólo me refiero a la señora Cejismunda que mira la televisión todas las tardes antes de Soltera Otra Vez. La Sociedad Civil la conforman tanto personas "naturales" como aquellas organizaciones que representan las demandas de un colectivo específico de ciudadanos y ciudadanas.

Muchas veces las organizaciones, en búsqueda de un mejor pasar, se ven envueltas en peleas por espacios de poder que -si bien son peleas que hay que dar en tanto se entiende el espacio de poder como medio para alcanzar el objetivo final, terminan por ser la única y primordial actividad, dejando de lado el objetivo principal: Mejorar las condiciones de vida de las personas que los avalan. En concreto: Los proyectos, las cercanías ministeriales, las remuneraciones por debajo de la mesa, las compraventas ideológicas y un si fín de fenómenos que son propios de la humanidad ansiosa de beneficios suceden a vista y paciencia de muchos y muchas que responden siempre con un "así funciona la cosa".

Insisto en el papel de la Sociedad Civil, pues la cosa puede funcionar distinto si más y más gente comprende que está en nuestras manos cambiar los códigos, los modos de operar, los protocolos, los conductos regulares y un sin fín de tropiezos que se dan para poder llegar a incidir políticamente en las decisiones que se toman a nivel país. Porque una micropolítica desvinculada de la acción a gran escala no sirve. Por eso los mecanismos de representatividad deben ser colmados de espíritus nuevos, deshechos de viejos prejuicios, con ansias de una nueva política, de una nueva constitución, de nuevos sistemas de representatividad.

El papel de la Sociedad Civil es incluso más grande, difícil y pedregoso que la tarea estatal, porque los primeros y los últimos fiscalizadores del Estado somos nosotros mismos. Ésto, que finalmente viene a ser una especie de fiscalización, sumado al cambio cultural que debemos impulsar hoy, ahora, desde este mismo instante, da cierta esperanza para muchos no-natos que serán libres de darle la mano a quien sientan.

Yo creo fielmente en una sociedad donde el deseo fluya libremente.

Conseguir el engrosamiento de la ley, la validación de la identidad de género, la consolidación de la igualdad en materia de derechos, la defensa de la diferencia, la erradicación de la discriminación, de la violencia y otras actitudes para nada rescatables depende de nosotros y nosotras. Es ahí donde el problema se entiende de forma estructural, ya que formamos parte y somos los cimientos de un sistema de género específico, el cual validamos y justificamos toda vez que callamos frente a un acto de discriminación. Somos agentes de cambio, dueños y dueñas de lo que sucede en la realidad que construímos. Olvidar aquello es ser irresponsable con nuestra capacidad de modificar las desigualdades.

Los derechos se toman, no se piden.

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