Encontrados, entonces, con tales bárbaros indígenas,
los Dikajabs Sisbs Weojeos-Ujek, realmente no sabían qué decir pues apenas pudieron salir
del asiento simplemente volaron hacia otro lugar, más cercano, pero menos
cálido. Lejos de aqullos interumpidores censuristas que lo único que hacñian
eran cortarles las alas, dejándolos sin ser gaviotas, sino un hibrido entre
perros y cocodrilos que nadie quería visitar.
¿Qué les deparaba el futuro? ¿En qué se convertirían luego? Era un camino riesgoso, pero realmente necesitaban tomarlo y sin piedad se avanalzaron sobre él, sobre ese sendero de rocas y plantuzcas amononadas que no tenían idea de muchas cosas en su vida plantística. Sintieron el viento y, con sus alas de gaviota volaron sobre acantilados y juegosos trastos de papepeltas oficinezcas que nunca supieron de su existencia. No tienen conciencia. No saben, no piensan.
Luego de un largo y tedioso viaje de 2 kilómetros a la redonda, se encontraron con una almeja mitad caballo mitad oreja que las supo escuchar bien. Su primera pregunta fue un tanto sosa, pues no sabían si habría algún rastro de la Mona Lisa por ahí, pues detrás de su cabellera se escondia el secreto de la transformación. La almeja, con su gran oreja, sintió que iban en el camino correcto. Una voz como de felicidad orgiàstica le indició que hacia el frente y hacia abajo, por el mar y hacia el profundo oscuro templo de Makueo'bungalunga podrían hallar eso que tanto anhelaban y que ella, aún con su gran oreja e inteligencia de caballo, no podía adivinar.
Así siguieron, cavilando; pero ya que tenían cola de cocodrilo pudieron hacerse paso entre algas y Wencus submarinos, molestosos, como sabrán.
Finalmente, bajo el acuario de Ugbums vieron un brillo, un gran resplandor que sonaba a grandeza, a oscuridad y a perfume. Lo siguieron, embebidos en tal aromática presencia hasta que unos cabellos mostraron la llave del futuro, la llave de la transmutación, el secreto de la próxima vida y las futuras generaciones. Alzaron sus manos/alas y se dieron cuenta que no podía tomarla. Se movieron sigilosamente, para que la mujer no se diera cuenta, pero no pudieron evitar hacer sonidos que no esperaban y que despertaron a tan hermosa figura de su lánguido sueño.
Sus ojos, uno celeste y otro violeta, paralizaron a estos dos gaviodrilos, y con un pestañazo la diva marítima los convirtió en cabellos, ondulantes y preciosos cabellos que se hicieron parte del meneo sigiloso y sexy que el agua propiciaba para ella. Era como si todo su alrededor le rindiera tributo.
Cerró los ojos, se dio la vuelta y todo volvió a la oscuridad. Ella, la creadora, había dejado de trabajar.
¿Qué les deparaba el futuro? ¿En qué se convertirían luego? Era un camino riesgoso, pero realmente necesitaban tomarlo y sin piedad se avanalzaron sobre él, sobre ese sendero de rocas y plantuzcas amononadas que no tenían idea de muchas cosas en su vida plantística. Sintieron el viento y, con sus alas de gaviota volaron sobre acantilados y juegosos trastos de papepeltas oficinezcas que nunca supieron de su existencia. No tienen conciencia. No saben, no piensan.
Luego de un largo y tedioso viaje de 2 kilómetros a la redonda, se encontraron con una almeja mitad caballo mitad oreja que las supo escuchar bien. Su primera pregunta fue un tanto sosa, pues no sabían si habría algún rastro de la Mona Lisa por ahí, pues detrás de su cabellera se escondia el secreto de la transformación. La almeja, con su gran oreja, sintió que iban en el camino correcto. Una voz como de felicidad orgiàstica le indició que hacia el frente y hacia abajo, por el mar y hacia el profundo oscuro templo de Makueo'bungalunga podrían hallar eso que tanto anhelaban y que ella, aún con su gran oreja e inteligencia de caballo, no podía adivinar.
Así siguieron, cavilando; pero ya que tenían cola de cocodrilo pudieron hacerse paso entre algas y Wencus submarinos, molestosos, como sabrán.
Finalmente, bajo el acuario de Ugbums vieron un brillo, un gran resplandor que sonaba a grandeza, a oscuridad y a perfume. Lo siguieron, embebidos en tal aromática presencia hasta que unos cabellos mostraron la llave del futuro, la llave de la transmutación, el secreto de la próxima vida y las futuras generaciones. Alzaron sus manos/alas y se dieron cuenta que no podía tomarla. Se movieron sigilosamente, para que la mujer no se diera cuenta, pero no pudieron evitar hacer sonidos que no esperaban y que despertaron a tan hermosa figura de su lánguido sueño.
Sus ojos, uno celeste y otro violeta, paralizaron a estos dos gaviodrilos, y con un pestañazo la diva marítima los convirtió en cabellos, ondulantes y preciosos cabellos que se hicieron parte del meneo sigiloso y sexy que el agua propiciaba para ella. Era como si todo su alrededor le rindiera tributo.
Cerró los ojos, se dio la vuelta y todo volvió a la oscuridad. Ella, la creadora, había dejado de trabajar.
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