Pestañas

marzo 20, 2011

Yurimbirúmbis, o algo así

Recién estaba conversando con un amigo sobre weas y apareció en mi ventana de messenger una página erótica. Pero no de videos ni de fotografías, sino de "drogas y potenciadores". Apareció porque mi amigo me contaba acerca de sus intenciones de comprar una wilhermina, la yukuslavina, yurumbina, yumbina o algo así. Se trata de una droga que estimula el apetito sexual de las mujeres. Él, que nombraré como 'D', me hablaba y me hablaba de lo entretenido que podría ser culiarte a tu compañera de estudios, o a esa mina que invitaste a almorzar después de la universidad. Me preguntaba si lo apoyaba, que yo era el más tránfugo amigo que tenia y que necesitaba mi opinión.

¿Cómo formarse una opinión de eso? ¿Qué conocimientos requiero para poder procesar tal información y emitir un juicio de alguna índole?

Mi primera reacción fue un WTF. Así de simple. What The Fuck. ¿Quién chucha necesitaría un potenciador sexual femenino?. O sea, claramente una mujer en problemas o una pareja que, sabia y conversadamente, decidieron utilizar una substancia estimulante para el beneficio de su relación (que no suena tan mal ahora que lo pienso). Pero ¿para qué chucha lo quiere un hombre?. Lo primero que se me viene a la mente es un ventrilocuo, o marionetomano, no sé cómo se dice. Un compadre con una cruz de madera, con hilos atados a las extremidades de una mujer. Esa es la imagén. Abriéndola de patas, pasándole la lengua... Nada atractivo. Es maquiavélico. Y pensar que los sistemas ideológicos de dominación son YA suficientemente potentes como para que ahora salga una droga que hace que tu mina se convierta en una muñeca inflable. Repudiable.
Mi segunda reacción fue reirme un poco de lo desesperado que un hombre puede estar para siquiera considerar comprar algo así. Luego devino en que podría ser, a los 19 años, un experimento interesante, entretenido y totalmente inconsciente, que es lo que caracteriza al lóbulo frontal de los queridos adolescentes (donde me incluyo).
La tercera reacción fue una autoobservación que concluía que algo me pasaba con toda la imagen que me resultaba de la idea que se me planteó. De ahí comenzé a inspeccionar mi interior y descubrí todo lo que me pasaba en la primera reacción y por lo cual pude escribirla.

Finalmente le dije que me parecía increíblemente instrumentalizadora esa estupidez de substancia, que cosificaba demasiado el cuerpo de la mujer -como si no lo hiciera suficientemente la heteronormatividad, el machismo y el sexismo de nuestra querida sociedad chilena, que me recordaba a mi enfermizo estado infantil donde encerraba a mi perro en una bolsa y le tiraba piedras (estaba enfermísimamente desorientado) pero esta vez tenía que ver con cómo se pensaba ejecutar la idea, pues claramente no iba a ser un experimento ético donde la sujeta iba a ser informada de todo el procedimiento. Más bien iba a ser como en las películas: la pastillita en el vaso, o en la comida, o quizás cómo.

Repudiable. Simplemente repudiable la idea que puede generar una cosa como esa. Y habla de varias cosas a la vez que derivan en una increíble y diminuta idea del otro y de la otra.

Increíble. Nada menos.

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