El problema, Carlos, es una cuestión de procesos.
Yo me siento terriblemente inseguro de nosotros. De ti, más que nada. No sé realmente lo que sientes por mi. No sé si te muevo el corazón, si te salta cuando piensas en mi, si te revuelcas en la cama pensando en un abrazo mio. No sé si estás enamorado, porque cuando uno está enamorado se relaciona con la otra persona de una manera distinta, especial. Yo no me siento especial para ti.
Desde ahí es que vienen mis declaraciones infinitas de amor eterno. Quiero que en una de aquellas tu me digas que me amas tanto que detendrías el tiempo por mi, solo para besarme un poco más. Que cada vez que me ves te dan ganas de fundirte conmigo para nunca estar separados. Por eso te repito tantas veces que te amo, porque espero que en una de esas miles de veces tu me digas "Jeremías, yo también. Y para siempre". Quiero enamoramiento, quiero saber que lo sientes.
Luego tu, con tu apatía que últimamente te caracteriza, me haces a un lado y me dices "Espera, que necesito descansar de tu pasión amorosa. Dame un respiro, que volveré a tus brazos descansado y nuevo, sólo para ti", con lo cual me cautivas y me embaucas, pues tu proceso es tedioso. A paso de tortuga te acercas a ti mismo, buscándo el pedazo de corazón que tiene mi nombre. Te demoras tanto, el tiempo languidece y yo me preocupo. Me preocupo, pues me pregunto, ¿habrá realmente un pedazo de mi propiedad en tu alma?. Es ahí cuando me desespero, pues tu silencio cauteloso me desgarra las manos cada vez que me acerco a sus dominios y es ahi donde mi inseguridad amanece y te ahogo con mis 'te amo'. Antes de que llegues a encontrarme, nos damos de bruces por mi torpe amor y me alejas, una vez más, sin decirme nada que me haga sentir tu novio. Nada. Y me siento como caminando en el desierto, sin oasis a la vista, sin saber siquiera si encontraré.
Y así he pasado estas semanas, sin ti, pero contigo. Y dudo. Y articulo una pregunta sorda y muda...
¿Cuánto tiempo soportaré tu distancia abismal, de la que nisiquiera te das cuenta? ¿cuánto podré aguantar? ¿y qué haré cuando ya no pueda más?. Ahí dirás que el toro te ha toreado, que sus astas nunca tomaste y que mi corazón ya no es tuyo. Lo pierdes, pues tu necesitada sequedad no es lugar para mi. No lo es.
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