Cuando estaba en la universidad yo era un pollo. Quizás lo sigo siendo aún, pero recuerdo que antes mi nivel de compromiso con los espacios a los que asistía era tambaleante. Esto igual se debía a que no entendía mucho lo que sucedía en esos espacios, cómo se proyectaban, cómo repercutían las cosas que hacíamos en la vida de quienes participaban, etc. Todo ese conocimiento, cuando tuvo que ser aplicado, me sirvió para encontrar el motor para la dedicación, encontré fácilmente el nicho del compromiso y me movilizó la voluntad nutrida de estos dos elementos.
En un mundo como este, encontrar cosas apasionantes es difícil. Una vida llena de obligaciones se nos impone desde que nacemos: Obligaciones en torno a lo estético, lo sexual, lo pedagógico, lo familiar, luego en lo académico, lo laboral, y el ciclo vuelve a repetirse y entrecruzarse una y otra vez incansablemente hasta que, si tenemos suerte, podemos disfrutar de lo que la mísera pensión nos permite disfrutar. Quizás en ese momento podamos dedicarnos a lo que nos apasiona, porque el mundo no nos deja tiempo y nos consume de a poco. Al menos así es para la mayoría.
Cada vez que voy sumando números a mi torta de cumpleaños voy teniendo menos tiempo para hacer cosas entretenidas. Si antes no sabía qué era lo que me apasionaba, ahora, de saberlo, el tiempo se me hace poco. Pero quiero aprovechar cada momento libre para hacer lo que me apasiona, o buscarlo en caso de que no lo tenga claro. Hacer las cosas sin pasión es triste, lamentable y la verdad es que prefiero no hacerlo si es que realmente no me mueve las entrañas.
Así, hoy, en cada espacio en el que estoy lo doy todo o, al menos, lo intento con todo. Tengo ganas de funcionar así porque lo que estoy haciendo me apasiona. Entiendo que no es una obligación ocupar mi tiempo en organizarme, en traer al presente aquello que quiero que ocurra en un futuro, discutir y alimentarme de los conocimientos y habilidades de quienes me rodean, crear y construir otros nuevos espacios donde puedan darse todas estas cosas y más. A veces tengo mucho tiempo, otras veces no, pero el que me apasione lo que hago hace que me obligue a cumplir porque el compromiso que construyo para mi con esos espacios es así de fuerte, así de trascendental. No quiero llegar a viejo y arrepentirme de no haberlo dado todo en todos los aspectos de mi vida. No voy a ser de esas personas.
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