Me descoloca pensarlo. Simplemente imaginar lo que podría ser me es dificil, sino imposible. No porque no pueda imaginar tu cuerpo y el mio juntos -créeme, lo he hecho; sino me complica sabernos más que amigos. Saber que lo que tenemos podría terminar.
Siendo amigos nuestra relación no tiene fin. Siendo amigos podemos discutir, pero siempre bastará con conformarnos con lo que somos. Si hay algo que me molesta de ti puedo decírtelo sin temor, pues sé que tendrás ganas de cuestionarlo y ver si hay algo que puedes hacer. En cambio, si estuviéramos juntos, llegaría un punto en el que me dirías "Me elegiste así. ¿Por qué intentas cambiarme?". Y no se trata de los derechos que entre amigos tenemos para hacer cambiar a los demás, pero extrañamente tenemos más derecho a exigir cambios. Siendo amigos podemos dejar que el erotismo propio de tu cuerpo y el mio juntos nos recuerden aquel beso al tiempo que lo olvidamos para disfrutar del roce, de la cercanía, del calor. Es el límite que trazamos imaginariamente para evitar romper con todo. Es el límite que dibujo para mi, aunque me muera de ganas de fundirnos. Aunque tenga ganas de pasar el resto de mi vida contigo... No vale la pena arriesgarlo todo porque ya todo lo tenemos, y dejar la imaginación volar mientras nadie me ve es lo que me alcanza. No necesito tu calor, solo una idea. Solo mi cama es testigo de todo lo que provocas, porque tu simplemente sabes que las horas pasan rápido si nos sentamos a conversar. Si me vieras...
Es una amistad ambigua. Es una amistad romántica, y creo que es suficiente. ¿Tus besos? Ya los tuve. Tu cuerpo lo he visto, y lo que no han captado mis ojos lo han sentido mis manos. Tus lágrimas me las dedicaste; tu sonrisa, tu tiempo. Tus halagos también, y no necesito un anillo en mi dedo para atesorarlos. Me has dicho como influyo en ti, me has dicho lo mucho que me recordabas, lo mucho que me extrañabas. ¿Qué puede durar más que una amistad? No querría volvera frágil, pues al pisar aquella trampa correríamos, los dos, el riesgo de perdernos. Ya somos el uno para el otro. Lo sabemos y no hacen falta más palabras para entenderlo. ¿Por qué arriesgarse a que nuestro mundo se quiebre? ¿Nuestro cielo resquebraje los cimientos de nuestra intrincada relación?. Estamos bien así.
Estamos bien, no necesitamos más. Yo no necesito más. Es el equilibrio perfecto, es el balance exacto para poder hablar de todo y a veces sin palabras. Es el punto exacto donde tus preguntas extrañas las respondo sin problemas. Cuando me cuentas como amas construyes los momentos precisos donde puedo imaginarte, puedo verte moviéndote lentamente. Puedo sentir tu abrazo, puedo respirarte, puedo pensarte como quiera... Alimentas mi cofre de pensares que me ayudan en mi soledad. Puedo rescatar lo que me convence, lo que me excita, lo que me apena. Puedo esconderlo para mi, pues lo mutuo lo vivo solo. No me hace falta más. Puedes compartir tus placeres conmigo, sin mi. Puedes contarme como alcanzar a explotar, dónde y cómo, y yo puedo escucharlo y deleitarme sin que ni un dedo toque tu cuerpo. Basta con eso. No hace falta más. Aún si tu y yo juntos pudiésemos disfrutar de nuestros cuerpos ensimismados, me vale más tener la oportunidad de inmortalizarte y pensarte como quiera. Está bien así, pues es la cuota necesaria. Luego hablar de comida, de fútbol o cantar una canción. Luego contarme como van tus proyectos, como van tus estudios. Luego reirnos de cómo le tomaste la mano. Luego bromear sobre mi estado amoroso. Hacer un salud, cocinar alguna cosa...
No importa que nadie más entienda, o que piensen que debemos dar algún paso que no hemos contemplado. No me interesa si alguien comenta nuestra rareza, nuestra potencial situación. Es genial, es suficiente. Es lo que quiero y te he escuchado decirlo.
No importa que no quede claro, que sea extraño, que parezca otra cosa.
No importa.
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