Pestañas

septiembre 05, 2010

Divagaciones extraprogramáticas

La verdad es que no sé qué me hace sentir esta maraña de situaciones estúpidas. O quizás sí lo sé y no quiero asumirlo, pues sería un error digno de Goliat el verbalizar tal telaraña de profundidades.
Vamos, que todo esto no tiene más profundidad que un ego bien inflado. Muchos somos menos misteriosos de lo que decimos ser. Es quizás este jueguito, este jueguito que juego con aquél dócil ser humano que simplemente recibe mis ataques y me hace sentir dictador de una patria incomunicable por un rato... Quizás sea eso, o quizás sea que mi falta de autoestima y seguridad se rellena en su falta de amor, su impetuosa necesidad de cariño y quien sabe qué conexión nos puede ofrecer conocernos... Pero hay tanto de por medio.

Hay inmensos ríos llenos de canturrones, bateristas acuáticos que muy bien conozco y muy bien me embetunarían de ese petróleo negruzco de confusiones juveniles. Hay muchos tritones, tiritones, muy dispersos. De esos reyes que, encerrados en su mundillo burbujiento no escuchan nada más que a su coro de alacranes acuáticos cantar 'hosanna'. Vastos, vascos ríos donde las marcas se confunden con imperativos, donde todo discurso se hace menos sublime de lo que es y los significados se entremezclan con bombas de aire a presión que ni explotan. Inacabables son las personas que se han hundido se hundirían y se hundirán allí, donde todo es perfecto y tiene una explicación incuestionable...

Pero ¿qué quiero yo con esta oveja? Aún ni lo sé pero me gusta. Y tengo mi jamón en casa, tengo mi salchicha y no la tengo. Deliciosa comida que no puedo masticar, pues procuro no comerla, no gustarme. Primitivos somos, aunque sepamos un poco de números y teoría. Primitivos son nuestros primitivos instintos que salen a flote aunque pretendamos pasar por estudiantes. Y yo no sé lo que escribo -¡qué recurso más manoseado!.

Ahora sólo puedo decir que, como todas las etapas de mi vida, es una que quemo feliz y, si bien me sé las siguientes notas del pentagrama tenemos un afán de hacernos los tontos y tontas dependiendo del caso.
Y yo sé de música, así que me complico por lo tonto de la situación. Un día tiraré los planos por la ventana de mi patio y nadie sabrá por qué... Pero es que guardo esas ganitas punkys hace harto y me hacen falta un rato. ¡Que me quedan dos añitos y podré ser un lobato bosquecino! ¿Y qué diré hasta allá? ¿que mi futuro promete?
Mierda de futuro.

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