Pestañas

diciembre 12, 2011

Cuestionamientos sobre la realidad social

La producción científica está sometida a distintos tipos de en el camino hacia la cientificidad, siendo el escrutinio de la comunidad (científica) el que, en última instancia, valida o no la producción de conocimiento según estándares, convenciones y arbitrariedades. Esto es una realidad poco cuestionable, ya que la comunidad científica -de la que somos parte también los aprendices- dictamina, valida y reproduce los criterios de veracidad y confianza de los trabajos e informes que se publican día a día. Usualmente, estos elementos se convierten en dogmas, los cuales se ven resquebrajados con frecuencia, sobretodo considerando el momento histórico-tecnológico que vivimos, tal como las leyes de la física tambalean al oir de quantums y otras partículas subatómicas.
Lo interesante de esto, desde mi punto de vista, es que esas convenciones que soportan el proceso de cientificidad pretenden ser objetivas, ausentando al mismo investigador del proceso, pretendiendo neutralidad axiológica y acuñando términos como valoración científica en un intento por autoproclamarse como ciencia: Sólo la ciencia puede valorar imparcialmente.

A lo largo de todas las lecturas subrayé incansablemente cada vez que me encontraba con conceptos tales como juicio, valor, conocimiento y realidad. Esto porque me cuestiono profundamente la forma de hacer ciencia que la sociología -entre otras disciplinas- maneja, y esto a raíz de mis cavilaciones respecto de La Realidad. Más bien, de nuestra relación con ella y, por tanto, nuestro acercamiento como científicos (sociales).

¿Es la realidad una 'cosa' independiente de nuestras percepciones? De ser así, nuestros intentos por sistematizar nuestras experiencias (o las de otros individuos) constituirían acercamientos desde distintas perspectivas a una especie de Verdad. Sería un esfuerzo dificilmente útil, ya que nuestras limitaciones humanas en términos de convención dificultan la tarea de caracterizar la completud. Ahora, concientes de nuestras diferentes cualidades perceptivas, ¿existe una Realidad? De ser así, ¿cómo nos acercamos a ella?. A mi juicio, tal como no existe una verdad última, no puede existir una realidad escencial. Lo que percibimos se nos hace presente en la medida en que construimos criterios y explicaciones para fenómenos experienciados en el pasado, considerando la instrucción recibida hasta el momento en que se identifica un fenómeno, lo cual varía de persona en persona, de investigador en investigador. En el cotidiano, esto se expresa en que, por ejemplo, en África ciertas tribus perciben como iguales el verde y el azul pues sus convenciones manejan distintos códigos. Así mismo, la liberación femenina de Oriente no tiene por qué significar la auscencia del velo, ya que enjuiciar su supuesta opresión implica filtrar el fenómeno con un cedazo evidentemente occidental.
Es por lo anterior que la aproximación a 'una' realidad me parece un ideal probablemente utópico. Más bien puedo aventurarme a decir que a lo que podemos aspirar es a dar cuenta de algún atisbo de la fluidez de las regularidades sociales, las cuales pueden permanecer erguidas por cierta cantidad de tiempo, pero cuestionadas y acaso desmanteladas luego. Por tanto estas regularidades quedarían obsoletas, para aparecer otras regularidades de las que volver a dar cuenta en un afán interminable de explicar la incansablemente cambiante contingencia.

Si la realidad última es inexistente, por tanto inalcanzable (o inalcanzable, por tanto inexistente), ¿qué sustenta la cientificidad de la ciencia?. Los tests Popperianos simplemente responden a convencionalidades, construcciones, terminología y conceptos supuestamente objetivos, pero que nacen desde la propia subjetividad de cada integrante de la comunidad científica. Esto no asegura objetividad, solo valida la idea de cientificidad imperante, la cual está sujeta a variación de la misma forma que cualquier otro constructo o criterio que se utiliza en el cotidiano o en contextos más “científicos”.

En última instancia, y siendo completamente atrevido, creo que vale la pena cuestionarse qué fin tiene la ciencia. ¿Es acaso simplemente conocer?, es decir, ¿es la sociedad un recurso para la ciencia? ¿o es la ciencia un recurso de la sociedad?. ¿Para qué se hace ciencia?. Alguien podría decir que el fin último de la ciencia es predecir, persiguiendo una toma de desiciones acertada, pero creo que toda la reflexión en torno a “lo científico” queda grande cuando se plantea aquello como meta. Más parece un intento por convertirnos en dioses que validan ciertas formas de conocer, que simplemente humanos tratando de conocer. Otras formas de aprehender la realidad han quedado excluídas de la ciencia, quedando totalmente relegadas a elementos útiles, supeditados al divino ejercicio científico de la construcción de saberes.

Sin querer ser relativista, creo necesario plantearse las dudas anteriores antes de discutir sobre las arbitrariedades que consideramos pertinentes en el proceso investigativo, y es que a mi parecer, intentar aclarar el motor y la función de la ciencia (social) permite seleccionar de mejor manera el método que utilizaremos al acercarnos a la “realidad social”. La contribución que hagamos a la sociedad dependerá de nuestra propia interpretación de la ciencia y sus objetivos como productora de conocimiento.

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