Pestañas

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marzo 21, 2013

Antencedentes: LGTBI en Chile

La tolerancia y la aceptación son valores democráticos que se espera replicar en Repúblicas Democráticas como la de Chile. Pero cuando respecta a realidades que atentan contra un modelo de organización social más bien rígido, erigido sobre una moral orientada a la reproducción y la producción, la tolerancia y la aceptación parecen tener límites. 

En general, la teoría sobre sexualidad tiene una tendencia a generar sujetos de derechos occidentalizados. En el caso de la academia queer, las proposiciones siempre terminan por ser europeas o norteamericanas y tanto los estudios como las aplicaciones que devienen de tales construcciones teóricas suelen olvidar las peculiaridades de nuestro continente (Arboleda, 2011). Como veremos más adelante, es posible que la occidentalización de la cultura haya dejado de lado ciertos elementos de la lucha por derechos para la diversidad sexual, causando avances hacia direcciones no contempladas. 

A nivel Latinoamericano, la discriminación es una práctica que se ejercen mediante la construcción de estereotipos y prejuicios, los cuales están arraigados culturalmente y se presentan en la cotidianeidad de muchos y muchas. En la década de los noventa, la discriminación y la violencia sufrida por muchos y muchas personas no heterosexuales era perturbante, sucediéndose desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, acoso y persecución sin explicación o posibilidad de defensa (Guajardo, 2006). Entre varias explicaciones para estos acontecimientos, una de las más importantes tiene que ver con que los derechos de la diversidad sexual no son reconocidos completamente: Sólo México, Cuba y Argentina presentan instituciones que defienden la dignidad de las personas con un Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), un Centro Nacional para la Educación Sexual (CENSEX) y un Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), respectivamente. 

En el Chile de 1997, y según indica un estudio de la Corporación Chilena de Prevención del SIDA, un 38,1% sufrió algún tipo de violencia a causa de su orientación sexual en los últimos cinco años. Hay que considerar que este estudio se hace un año antes de la despenalización de la sodomía en Chile gracias a la injerencia de organizaciones por la defensa de los derechos civiles de la diversidad sexual como el Movimiento por la Diversidad Sexual (MUMS), por lo que la cifra es un fantasma bajo la real sombra de un porcentaje que se oscurece por el miedo al castigo social. De hecho MUMS ha hecho ya dos estudios, de los cuales el último -publicado el 30 de Julio del 2012- se titula “Derechos, política, violencia y diversidad sexual” y se realiza en la Marcha por la Diversidad Sexual 2011. En esta investigación, un primer dato que podría generar discusión es el porcentaje de percepción de discriminación o violencia, el cual asciende a 75,8% en 2011. El dato anterior no se aleja demasiado del 80.3% que presentó el mismo estudio realizado el 2007. 

Con esto podemos inferir que, a pesar de que con los años la población no heterosexual gana terreno y visibilidad, la percepción de discriminación sigue siendo fuerte y está siempre dando cuenta que el esfuerzo por inclusión no ha terminado con la intolerancia y la discriminación. 

De acuerdo al estudio de Cárdenas y Barrientos (2008), hay diferencias entre hombres y mujeres cuando se trata de tolerancia y respeto. En concreto, los hombres tienden a presentar más actitudes desfavorables hacia otros hombres homosexuales. Esto puede deberse a que, como veremos más adelante, la masculinidad es bastante más frágil que la feminidad por lo cual hay que estar validándose constantemente y una de las estrategias de validación suele ser la diferenciación con aquello que no se quiere ser (yo no soy eso). 

Ahora, según el estudio de la INJUV (2013), un 37% de los jóvenes que se declaran como no heterosexuales se han sentido discriminados en el último mes. A pesar de que es un número considerablemente más bajo que las encuestas realizadas por MUMS, sigue siendo altísimo considerando que el año pasado se promulgó la esperada Ley Antidiscriminación. Es posible ver, entonces, que la influencia de la ley no asegura el cambio cultural o, como se ha dicho durante el año pasado, “la ley no es ingeniería social”. A pesar de que la cita es de hace diez años atrás, sorprende que aún siga siendo tan asertiva: 

“La modificación de las normas legales no necesariamente ha asegurado la convivencia pacífica y respetuosa de y con las personas y grupos homosexuales del país, con sus diversas autoidentificaciones, careciendo de estrategias educativas, comunicacionales y judiciales que permitan reconocer su dignidad de personas y ciudadanos plenos” (Guajardo, 2006:5). 

En cuanto a la demanda por derechos civiles, la que ha resonado en los medios de comunicación con fuerza este último tiempo tiene que ver con la demanda por igualdad de derechos, específicamente acceso al matrimonio igualitario. Esto se cruza con varios elementos, ya que la idea de familia, de correcta crianza, de legitimidad ciudadana y de diversidad democrática están imbricadas tanto con la posibilidad de una reforma a la institución civil del matrimonio como con la validación de la igualdad de derechos para todos los ciudadanos chilenos. 

Según la UDP (2012), un 42% de los y las encuestadas manifiestan estar de acuerdo o muy de acuerdo con la posibilidad de que las parejas homosexuales puedan contraer matrimonio, cifra que no varía significativamente del año anterior (43%). 

Actualmente en Chile se está trabajando una modificación al código civil para incluir una figura legal que permita comprometerse a parejas heterosexuales que no quieran vincularse por medio del matrimonio y/o a parejas de dos personas del mismo sexo, a las cuales no se les permite casarse. Esto ha generado una serie de controversias ya que distintos sectores, tanto de la sociedad civil como del mundo político institucional, han apoyado y rechazado estos intentos por introducir cambios en la constitución. 

Uno de los debates más interesantes y totalmente relacionados con la presente investigación es aquel que remite a la forma por medio de la cual se está realizando la “integración” de las disidencias sexuales al orden normativo imperante. Es aquí que el matrimonio igualitario aparece no tanto como un estandarte de respeto y aceptación, sino más bien como un elemento normativo y heterosexualizante (entiendiendo esto último a nivel más político que sexual), el cual vendría a formar parte de “la implementación de una agenda política LTGBI igualizante, normalizadora e higiénica de la homosexualidad en Chile” (Hernández, 2012). Esto puede extenderse y ser una crítica a la forma en que organiza la sociedad civil y sus asociaciones y, más cercano al objeto de esta investigación, a cómo se están proponiendo las nuevas vinculaciones entre personas del mismo sexo. ¿Es acaso que se proyectan en oposición al modelo hegemónico familiar y de relaciones conyugales? ¿O simplemente se reproduce la heteronormatividad a nivel cotidiano y en espacios que co potencial transgresor? ¿Podemos dar cuenta de un devenir realmente disidente?.

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Arboleda Rios, Paola (2011) ¿Ser o estar “queer” en Latinoamérica? El devenir emancipador en: Lemebel, Perlongher y Arenas, Revista Iconos n.39, pp. 111 - 121, Quito Ecuador

Cárdenas, Manuel y Barrientos, Jaime (2008) Actitudes Explícitas e Implícitas hacia los Hombres Homosexuales en una Muestra de Estudiantes Universitarios en Chile, PSYKHE v.17, n.2, pp. 17 - 25, Universidad Católica del Norte

Guajardo, Gabriel (2006) Visibilidad y Participación Social de las Homosexualidades en Chile: La emergencia de una esfera pública subalterna, Revista Mad n.14, FLACSO, Santiago, Chile

Hernández Morales, Toli (2012) Arroz con leche ¿Me quiero casar?, Revista Sociedad & Equidad n.3, Colectiva Ideas Sin Género, Santiago, Chile

INJUV (2013) Experiencias y percepciones en torno a la discriminación, Ministerio de Desarrollo Social, Gobierno de Chile, Chile

MUMS, CLAM, UCN (2007) Derechos, política, violencia y diversidad sexual, Antofagasta, Chile

Universidad Diego Portales (2012) Encuesta Nacional UDP, Los chilenos frente a la homosexualidad, Santiago, Chile

marzo 26, 2012

Daniel Zamudio siempre será un luchador


A propósito de todo lo que ha ocurrido con Daniel Zamudio es que hoy, luego ya de varios días de congoja por su situación, es que decidí escribir sobre algo que me parece realmente importante y que yo, y muchos como yo, de repente no tenemos tan claro. De hecho no planteo para nada que tenga una solución, pues de haberla se construye en conjunto con otros seres humanos, nunca solo.

Quizás es mi orientación sexual la que me ha hecho reflexionar sobre todo lo que me rodea. De alguna manera fue ésta la que permitió relacionarme con el mundo de una manera diferente. Hoy soy consciente de que al decir "soy homosexal/bisexual/travesti,hetero/etcétero" estoy declarando no sólo mi gusto por tal o cual idea de humano, sino también doy cuenta de mi posición política en esta sociedad. Teniendo en cuenta la función que cumplen las categorías en cualquier ámbito podemos entender que tales declaraciones, al final del día, sirven para ubicarnos, para darnos una cierta identidad al interactuar con el resto. Decir "soy heterosexual", aparte de generar en la otra persona una idea preconcebida de lo que supuestamente soy, habla también de mi situación privilegiada en términos legales, culturales, sexuales, etc. Más aún si me declaro "hombre", pues la construcción del concepto está rodeada por dimensiones políticas de mi ser. Puedo, de inmediato, entender que puedo casarme, que probablemente mantenga una familia, que a lo mejor juego o veo fútbol... Preconcepciones que, en otros casos, llevan a prejuicios de los más burdos.

Más allá de discutir sobre las etiquetas que se nos asignan todos los días, me gustaría guiar la discusión hacia cómo vinculamos nuestra "posición social" con nuestra acción como seres conscientes y despiertos. Digo esto ya que, una vez situados vemos más clara la película. Tampoco se trata de que quienes no han pensado en esto están en desventaja, puesto que las formas de lucha son multidimensionales, punto que tocaré un poco más adelante.

Si me doy cuenta de que pertenezco, primero que nada, al conjunto de seres humanos que se denominan "hombres", y difiero con el ideal masculino del "macho", puedo establecer claros puntos de acción. Luego, en mi caso, vendría la categoría "bisexual", colectivo de personas que estamos invisibilizados y tomados poco seriamente. Luego pertenezco a una clase social determinada que merma mi calidad de vida casi por todos lados... Suma y sigue. Digo esto porque usualmente la revolución que se persigue desde las cúpulas revolucionarias tiene mucha empatía con la última categoría pero se olvida de las primeras o las deja de lado o, incluso, las mantiene ahí, intocables porque "eso es tema de otrxs". Finalmente lo que sucede, para simplificar un poco el proceso, es que la conexión con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y con nuestra sexualidad (por tanto con los roles que definimos para unos y otras) se vuelven incuestionables, dogmáticos hasta el punto contradictorio en el que intentamos alejarnos de un paradigma para crear otro nuevo con sus propias (o a veces las mismas) reglas. Reproducimos un sistema opresivo pero gritamos en contra de la opresión. La superestructura nos demanda todo de nosotros y los cimientos de ella quedan relegados a luchas menores, menos urgentes.

Con una amiga conversábamos sobre la posible "madre de todas las luchas". Ese día concluímos que la lucha ambiental podría llenar ese cupo. Reflexionamos sobre el objetivo de luchas más clásicas y nos dimos cuenta que la semilla común es el cambio en el tipo de relaciones sociales que construímos y mantenemos. En este sentido, la lucha ambiental genera un cambio de esquema por el sólo hecho de plantear un cambio estructural como consecuencia de un cambio en la perspectiva que tenemos sobre otras especies. Desde ahí a replantearse nuestra relación con nuestra propia especie no hay mucha distancia: Si puedo entender las condiciones paupérrimas que los perros de la calle viven día tras día, ¿Cómo no puedo ser capaz de entender la cagada que tenemos en nuestra sociedad? ¿Cómo no cuestionarse, por ejemplo, las relaciones entre sexos, y entre géneros, etc.? Si urgiera encontrar una "madre", creo que sería esa.

A qué viene esto, dirán. Pues creo que comenzar entendiendo que el punto de inflexión es nuestro trato entre nosotros es que podemos empezar a trabajar la consecuencia más profundamente. En algún punto, sabernos humanos, despertar nuestra conciencia corporal o como quieran llamarle produciría, a mi manera de ver, un despertar intenso, quizás más profundo que otros... No lo sé. Al principio comenté lo importante que fue mi orientación sexual en mi vida y es precisamente por esto que digo: Saberme no-heterosexual hizo que me preguntara muchas cosas sobre mi cuerpo y cómo interactúo con otros cuerpos, tanto humanos como no-humanos.

Y aquí es donde comienzo a redondear esta entrada.

Despertar la consciencia sobre nuestra sexualidad, sobre nuestra corporeidad quizás nos haga entender que las luchas no sólo son en la calle, en las barricadas o en las grandes situaciones sociales, sino que parte/va de la mano con la lucha contra la opresión de nuestros cuerpos.
En otras entradas he hablado sobre represiones de este tipo, pero en esta en particular me interesa dejar en claro que, para mi, mi relación con mi cuerpo y cómo expreso lo que pienso están profundamente ligados. También estoy luchando cuando voy de la mano con mi compañero por la calle. También lo hago cuando digo las cosas por su nombre. También lo hacen muchos y muchas no en la calle, sino en sus casas, con sus familias, con sus amigos, por el sólo hecho de existir y no tener miedo de expresarse, de vivirse y defenderse frente a la discriminación. Y aquí es donde creo que Daniel Zamudio, como mucha más gente, era un luchador por el solo hecho de existir, por el sólo hecho de vivir su sexualidad abiertamente.

Las luchas sociales no se ganan solamente con la conquista de leyes, tampoco con la abolición de un estado para ser reemplazado por otro, de otro tipo pero estado al fin y al cabo. Son cambios profundos en la cotidianeidad de las personas los que hacen la diferencia. Que tantos cuerpos hayan estado marchando por las calles de Chile fue un golpe duro, pero fue un golpe más duro el que se pegó en la cotidianeidad de las casas, en las familias, en el supermercado... El tema se habló, se discutió y todos y todas estuvimos de acuerdo en que la educación no puede arrancarnos un pedazo para formar parte de nuestra formación. Así mismo la vivencia de una sexualidad sin prejuicios ni tapujos y condenas puede cambiar profundamente la vida de los seres humanos. Que un travesti camine por la calle rompe los esquemas viejos y ridículos por el sólo hecho de que aparece, está, es. Puede que ni siquiera lo sepa, pero su lucha se hace patente al no tener miedo de hacerlo. Puede que ni siquiera se necesiten leyes para protegernos si nos hacemos cargo de nuestra sexualidad y la defendemos con acciones cotidianas, pues las acciones son los mejores ejemplos.

Daniel Zamudio, para mi, siempre será uno de los muchos luchadores.
Todo mi respeto para él.

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