He escuchado decir que uno no puede transformarse "bailando", que la transformación real se hace desde otras trincheras, que por mover un poco el cuerpo no se va a caer el patriarcado, por ejemplo. Y puede que sea cierto. Pero me pregunto yo si los talleres que hacemos hace mucho más, si es que la entrega de conceptos abstractos y la discusión realmente genera el efecto que pensamos que genera.
Hay todo un campo por explorar cuando se trata del cuerpo: La piel es el órgano más grande de nuestro organismo; el sistema entérico es capaz de actuar independientemente del encéfalo, de recordar, aprender; el lenguaje no verbal (gestos, posturas, mirada, movimiento, respiración, entre otros) compone más de la mitad de la información en una convrsación, etcétera. Esto, al menos, me hace cuestionar si realmente sólo discutir, sólo compartir abstracciones, sólo conceptualizar es suficiente.
Me parece que, evidentemente, no lo es.
Y aquí es que aparece biodanza. Porque si bien no necesariamente puede ser una práctica anclada en la política, genera transformaciones en la vida de las personas que les permiten adquirir herramientas para desenvolverse mejor en sus contextos. Lo he visto, y lo he estudiado. Incluso cambios en el discurso se suceden a partir de las conversaciones grupales que biodanza facilita. Entre muchos otros cambios, que no vale la pena describir aquí.
Espero compartirles un documento muy pronto, el cual discute todos estos elementos. Me gustaría que los defensores de los talleres de conversación infinita o, incluso, quienes me han dicho que nada cambia por un poco de baile, lo lean y comprendan que en el cuerpo también se inscriben aprendizajes, memoria, traumas y disposiciones. Que comprendan que el cuerpo es diagnóstico y mesa de trabajo. Que no es solo "bailar", es transformarse. Políticamente hablando.
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