Pestañas

enero 28, 2013

Ayer eran versos, hoy son historias

No le tengo miedo al amor. Nunca le he tenido miedo. Es más, ha sido el motor de mis acciones desde que tengo memoria. Y sí, puedo afirmarlo porque no quiero nunca dejar de sentirme feliz, de encontrar una razón para sonreir todo el tiempo. Así como hay gente que me levanta el ánimo cuando estoy triste, me gusta ser ese que te hace reir a carcajadas con sus estupideces, con la locura de estar vivo. Estoy vivo, me gusta recordármelo constantemente.

Y no se trata de fingir, aunque debo reconocer que lo hago bastante bien: Sé fingir una sonrisa, sé fingir tranquilidad, sé fingir orden y templanza, principalmente porque son elementos que nunca abandono y me es fácil recurrir a ellos cuando lo necesito. Asi como algunos y algunas recurren a la ira y al descontrol, yo prefiero ser el que guarda calma. La vida, mi vida me ha enseñado que a la pasión hay que conducirla, y que bien cuidada da muchas alegrías.

Se trata, más bien, de entender que en general hay cosas que exceden tu control. Y cuesta, porque suele pasar que uno se desespera intentando que las cosas resulten exactamente de la forma en que uno quiere. Pero no, la vida no es tan simple ni tiene los brazos abiertos siempre para todos. Hay veces en que, sin importar si lo mereces o no, la vida te golpea y lo hace duro. La felicidad no es constante, son momentos. Por eso hay que atesorarla y vivirla al máximo, porque, como todo en esta vida, es efímera. Es por eso que hay que aprender a estar bien con el hecho de que a veces las cosas no van a salir como creíamos, y el destino nos torcerá la mano y veremos que en realidad estamos parados dando manotazos en el aire y que el siguiente movimiento no depende de nosotros o, aún peor, que no tenemos idea de a dónde nos llevará a parar el paso que queremos dar. Y nos inmovilizamos.

¿Qué hacer? ¿Qué sigue? Y ahí estamos, sin saberlo. No hay más datos, no hay información por tanto una decisión acertada tiene el mismo chance de suceder que una decisión equivocada. Vamos, digamos algo, hagamos un gesto. ¿Se arriesgan?

Depende.

Y es que siempre la vida nos trae decisiones complejas, porque no vivimos solos y todas nuestras decisiones afectan a quienes nos rodean. Asi que hay que pensar bien, porque si te mueves hacia allá puedes perder a esa persona, herir a esta otra, quedarte solo; y lo mismo hacia acá. Y nos quedamos ahí, de nuevo, inmóviles. Presas de un pánico desolador, donde simplemente no hay señales, y las que hay son interpretadas de la peor forma posible porque no hay información, y pedirla no es una opción. Asi que recurrimos a volvernos, a dejar la decisión para más tarde. Prometemos volver, prometemos no olvidar, prometemos darle vueltas y por fin resolvernos cuando tengamos más claras las cosas. Y para esto desplegamos todas nuestras estrategias, porque a tientas podemos errar. Sólo una luz, un resplandor, quizás un destello.

Y por fin lo vemos. Por un segundo, un atisbo, un relámpago, un haz de luz tan pronto como aparece vuelve a la oscuridad. Así es la vida: Cruel. Porque no nos basta, porque nunca podremos decidir sin declaraciones concretas... ¿Y si fue precisamente aquello? Y viene otro relámpago, y nos desconcierta. Porque -otra cosa que debemos aprender- nada es eterno y nuestro destino cambia de opinión constantemente, o, como prefiero pensar, nuestros actos determinan nuestro devenir y estos siempre son cavilantes, dudosos, llenos de inseguridad. ¿Qué seguridad tendremos sobre el futuro si anoche estuve llorando desconsoladamente y hoy parezco haberlo olvidado todo? Pero es que ¿qué otra cosa se espera de mi? Tengo resiliencia, paciencia, soy obstinado y persigo lo que añoro con todas mis fuerzas, pero a veces no depende de nosotros. Y esos destellos fueron pistas insuficientes, y empezamos a suponer...

Definitivamente, ésta parte, las suposiciones, son la peor parte de nuestro estado. Somos ciegos, ciegas, sin bastón. Y lo terrible es que vamos cegándonos de a poco. Porque aunque lo neguemos, aunque sonriamos, aunque pretendamos estar bien nos carcomen las ganas de saber, de dar el paso que hemos estado demorando por cobardes. Sí. Cobardes. Porque hay que reconocer que el miedo también es parte de nuestra experiencia vital. Y lo digo: Tengo miedo.

Tengo miedo de varias cosas, innumerables, quizás. Pero, y aquí viene la tercera lección de mi vida: Si le temo a la araña, arrancar no la hará desaparecer. Por tanto debo encontrar la forma de enfrentarme a ella y elaborar una estrategia para retirarla del campo de juego. El miedo no nos puede vencer, y es eso lo que nos inmovilizó antes. Hay que arriesgarse, porque de otra forma el arrepentimiento llegará con el tiempo y la pregunta por qué pudo haber pasado nos penará cual fantasma.

Contamos con poca información, contamos con nuestras ganas, contamos con el deseo intempestivo de amar. No necesitamos más. Convencerse de aquello será eternamente dificil.

Asi que aquí estoy, sin un final de película, esperando nada y deseándolo todo. Y no me queda más, porque lo que deseo vive al otro lado del río, y aún no tengo las herramientas para hacerme del puente. Pero lo intento, porque te persigo. Y te tuve, y me tuviste. Y ¡por favor! Si aún no lo sabes lo confieso: Me tienes, completo. Pero soy paciente y cumplo mis promesas. No creas por un segundo que lo olvidé, porque constantemente tengo propósitos en esta materia, y si hacen latir mi corazón de la manera en que lo haces, simplemente no lo abandono.

Y aquí seguiré, intentando hacerme de madera para construir lo que hará continuar ésto. No sé si el rio seguirá con su ancho caudal ni sé si las ramitas que he juntado de tus destellos me alcanzarán para algo más que lo que tengo hoy: Una fogata de recuerdos y deseos. Porque aún ardo. Porque no me extingo.

Una vez escribí versos. Hoy tengo historias.

enero 17, 2013

La rutina racista y homofóbica de Yerko Puchento



De repente me da la impresión de que hay un argumento muy pobre al momento de criticar al resto por sus dichos. De hecho hay todo un capítulo en wikipedia para la falacia ad hominem, que habla de cómo un argumento puede ser invalidado abogando por las características humanas de quien emite el comentario. Al menos yo no me compro ese argumento.

Yerko Puchento siempre me ha caído mal, principalmente porque es una caricatura bien fome de lo que supuestamente un gay es: Copuchento, farandulero, ácido y criticón. Si, es una caricatura que resulta muy entretenida, pero me carga el hecho de que lo que da risa no es necesariamente lo que dice, sino quién lo dice, y en este caso es un maricón fleto. No me digan que daría risa si fuera un personaje heterosexual, erudito y serio, porque no lo haría. Por último podría ser un Melame cagándose de la risa de cómo los humanos se organizan, las estupideces que dicen, pero no.

A mi parecer, la diferencia entre Tony Esbelt y Yerko Puchento no es mucha, pues son básicamente el mismo personaje. La única diferencia es que el personaje de Mauricio Flores destaca el lado calentón y picao’ a deportivo del mariconcito de Estación Central, mientras el de Daniel Alcaíno es más snob, de esos que están en del depa en Provi leyendo las revistas de farándula y sacando a pasear al Chiguagua por Lastarria.

Tony Esbelt no tiene niun brillo. En cambio Yerko tiene más estilo, pero no por cómo se configura el personaje, sino porque sus monólogos a veces tocan temas interesantes de una manera “un poco” más inteligente. A veces hasta le achunta con sus juicios. A veces los comparto. Eso sí, nunca lo veo. Y es que esto de compartir sus comentarios responde a una sola cosa: Lo que yo valoro no es de dónde viene la reflexión, sino que la reflexión misma y su calidad como tal.

Si fuera por valorar los comentarios desde donde vienen, no me pescaría ni en bajá’ los juicios de Fernando Villegas en Tolerancia 0, pero de repente le achunta. Fascistoide y todo, le achunta y yo lo celebro. Lo mismo con Yerko, lo mismo con muchos otros personajes de la farándula chilena. Lo mismo con Canulef.

Canulef salió indignado tirando un comunicado donde alegaba que la rutina del humorista en Vértigo había tenido un alto contenido “de racismo y también de homofobia disfrazado de humor”, con lo que yo estoy, en gran parte, de acuerdo. Y no, no se trata de ponerse graves y condenar cada chiste que se haga a propósito de los mapuche y los colas. Para nada. La rutina, si bien no fue tan fuerte ni agresiva, juega con la idea de que ser gay es gracioso, y lo peor es que efectivamente causa risa. Tal como se le criticó a Flores en el Festival de Viña, cae en el facilismo humorístico. Por otro lado el outing (acción de sacar del clóset públicamente a un personaje famoso) me parece demasiado agresivo como para tolerarlo. Y todo esto sólo en base a la homofobia.
EL conflicto étnico es otro asunto, y es donde el argumento ad hominem toma mucho peso en el debate, pues Caniulef se sintió pasado a llevar por la rutina. Yo no soy mapuche, no me siento parte de ellos por tanto no sé qué tanto molestó o no molestó. Pero está claro que caracterizarla de forma tan superficial, ridícula y machista es bajo y denigrante. Pero la cultura chilensis del “no seai’ grave” trasciende, y muchas personas se han tomado esta rutina como una cosa hilarante, cómica, sin darle muchas vueltas al asunto. Y es que a Caniulef no le pareció, y se sintió pasado a llevar y alegó por algo que a mi me parece justo. ¿Qué importa si antes no ha dicho nada sobre la causa mapuche? ¿Hace menos válidas sus quejas? ¿Sólo pueden alegar quienes tienen un historial de lucha? Por otro lado, Daniel Alcaíno respondió las críticas abogando por su adherencia a la causa mapuche. Y sí, el 2010 estuvo en Huelga de Hambre junto a muchos y muchas otras. Al parecer habría estado involucrado en la toma en UNICEF, pero como un twittero al que sigo dijo,
"Haber apoyado la huelga de hambre 2010 o la toma en Unicef no quita lo ofensiva de la rutina de Alcaíno contra Caniulef" (vía @luisgarciahsj).

Esto de los iluminados y su inflada de pecho me molesta en demasía. Es como si pensaran que sólo algunos y algunas pueden levantar la voz. Y si, Caniulef puede aparecer como inconsecuente –¡está escribiendo desde EEUU!, y probablemente lo sea. Tíldenme de iluso e ingenuo, pero a lo mejor las cosas pueden cambiar y Don Andrés se despailó. ¿O tampoco puede?

Por otro lado hubo personas que le atribuyeron a todo este conflicto un componente netamente farandulero. Y sí, la lógica de la televisión funciona a puros dimes y diretes, ofensas y respuestas, comunicados y declaraciones, pero ojo: Esta columna no intenta ser una de las tantas que se internan en el oficio de la "opinología", sino que pretende levantar un poco la mirada y, fuera de preocuparse de qué pasa con quién, dónde y por qué, llamar la atención sobre cómo se están tocando ciertos temas en los medios masivos de comunicación.

Yo no le daría vueltas al asunto, pero varias organizaciones y personas que considero serias han levantado la voz por ésto. Eso debe contar para algo. Quien se sienta pasado a llevar tiene todo el derecho a reclamarlo, y deben juzgarse sus palabras por lo que son, no por quién las emite.

enero 14, 2013

Género: ¿Construcción social o individual?



Es necesario tener en cuenta, sobretodo en un estudio que tiene como principal objeto de análisis la actividad sexual en su dimensión social, que existe un supuesto fundamental en los estudios de género y versa de la siguiente manera: El cuerpo humano es diferenciable en dos grandes colectivos, de acuerdo a cierto grupo de características corporales, que terminan por constituir la dos categorías en las que se basa el sistema sexo/género: El Hombre y la Mujer. Estas categorías acuñan diferentes significaciones a lo largo de diversas culturas, pero sólo cuando se revisa la puesta en escena de esas culturas con el lente occidental, encontrando las mismas formas de organización social con diferentes contenidos. ¿Es posible que siempre hayan existido sólo hombres y mujeres? ¿Es realmente una variable universal? ¿Todas las culturas muestran esta división dicotómica de los cuerpos?

La idea de un cuerpo y una identidad sexual masculina estaría asociada no a características biológicas, sino a cristalizaciones sociales de relaciones de dominación debido a la producción binaria de organización social desde la división social del trabajo. Lo que un hombre debía ser y hacer no es lo mismo hoy que lo que era hace cincuenta años, o hace dos siglos. Aunque hay elementos que se mantienen ahistóricos, en general la categoría responde a un contexto determinado (Kimmel, 1997).

El género, como categoría sociológica, deviene de los estudios de las feministas de los años sesenta, las cuales cuestionan un régimen político que no reconoce como sujeto de derecho legítimo a la mujer, asignándole a ésta una posición social desprovista de libertad y autonomía. Este régimen político sería transversal a todas las esferas de la vida social, incluso la académica donde una Historia del Hombre dejaría fuera de ella a las mujeres. Guasch (2010) analiza el vínculo existente entre el modelo científico hegemónico y la masculinidad imperante, en tanto comparten un discurso racionalizado, heroico y cientifizante. Expele las emociones fuera del sujeto cognoscente, por tanto las experiencias como la subjetividad se expelen también del ámbito científico al estar contaminadas de emociones. Es así que el relato de la intimidad es algo prohibido en el camino de la construcción de la masculinidad, y es precisamente el alejamiento de las ideas de la ilustración y la valoración del ámbito privado como espacio político desde el cual las corrientes feministas y postfeministas criticarían al modelo patriarcal. Desde aquí es que se desarrollarían distintas vertientes que compartirían un hilo conductor (la mirada crítica al sistema sexo/género), pero utilizarían diferentes prismas para cuestionarlo.

Revisar lo que entendemos por “género” es necesario toda vez que los usos que se le han dado a esta construcción teórica varían desde sus primeros usos hasta lo que se entiende actualmente por ello, y es que luego de los primeros acercamientos al cuestionamiento de la organización social en base a la diferencia sexual, dos corrientes en relación al estudio de la diferencia enfatizarían distintos elementos en su análisis: Por un lado tendremos al conjunto de investigadoras que se preocuparán de producir conocimiento sobre las mujeres, su historia, sus condiciones laborales y cotidianas; y por otro a aquella corriente que se preocuparía por el proceso por el cual se establece una jerarquía sociosexual donde las mujeres aparecerían en la posición subordinada (Pujal y Amigot, 2010). En los dos casos, el concepto “género” se habría utilizado reemplazando a “mujeres”, error que se cometió hasta principios de los años noventa cuando se señala que el concepto de “género” se refiere al
conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que se satisfacen esas necesidades humanas transformadas (…) [U]n conjunto de disposiciones por el cual la materia prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformadas por la intervención humana y social” (Rubin, Gayle 1986:37,44 en Moreno y Pichardo, 2006:144).

Los cuerpos femeninos son poseídos, sometidos bajo el “sexo” (entendido aquí como la tecnología de la sociedad heterosexual que permite a los hombres dominar). Sería ésta cristalización de procedimientos obligatorios la que permitiría dominar a la mitad de la población no por medio de la omisión, sino por medio de la disponibilidad, la evidencia, la visibilidad y la sobretematización (Foucault, 2003). “Y es que la categoría de sexo es una categoría totalitaria que para probar su existencia tiene sus inquisidores, su justicia, sus tribunales, su conjunto de leyes, sus terrores, sus torturas, sus mutilaciones, sus ejecuciones, su policía.” (Wittig, 1992:28).

Rivera-Medina (1991) diría que, para hacerse de las posiciones sociales que se han asociado con la masculinidad, los hombres han tenido que suprimir y resaltar aptitudes eminentemente humanas, dependiendo del caso. Utiliza la palabra cercenamiento para destacar el hecho de que la masculinidad se construye en tanto opuesto a lo femenino, por lo que tiene que negar completamente toda esencia de ello. Precisamente, serían los estudios de masculinidad los que, en los '80, comenzarían a reconstruir esta categoría analítica que hasta ese momento era obviada.

Fue así como la reflexión académica concluyó que los estudios sobre la diferencia sexual pueden articularse desde distintas perspectivas, las cuales generan y dan cuerpo a los Estudios de Género en tanto estos son los “diferentes contenidos socioculturales que se dan a esas características biofisiológficas entre hombres y mujeres estableciendo comportamientos, actitudes y sentimientos masculinos y femeninos y jerarquizándolos de modo que se da mayor valor para los que se identifican con lo masculino” (Moreno y Pichardo, 2006:146). Si recordamos lo que nos planteaba el deconstruccionismo, la lógica binaria se reproduce con todo y jerarquías. Será prioritario para los Estudios de Género contemporáneos encontrar estrategias para rearticularse y dejar atrás las dicotomías construidas en base a la diferencia sexual.

Es así que, a medida que la reflexión teórica y la acumulación de conocimiento se elevaba, durante los años noventa el concepto estuvo sometido a diferentes revisiones que terminó por hacer aparecer “un cierto especticismo (sic) de género en tanto desconfianza ante la capacidad de explicación de este concepto, e incluso la apuesta radical por su de-construcción y su olvido teórico y práctico” (Pujal y Amigot, 2010:133). Sería este mismo escepticismo el que promovería un espíritu crítico y construcciones teóricas que separarían efectivamente las características sexuales biológicas de las sociosexuales

Butler (1993) se pregunta por el género y la identidad, donde el género se toma como una construcción cultural que nos constriñe externamente a la vez que nos compele desde el interior. Desde aquí es que ahonda en la discusión que Beauvoir propone al considerar la elección como un “acto diario de reconstrucción e interpretación”. Es por esto que rescata y relaciona la doctrina sartreana de la elección pre-reflexiva (una forma de cuasi-conocimiento) donde se está al tanto pero no totalmente consciente de lo que se experimenta con la elección de género de Beauvoir, dándole a esta construcción epistemológica un significado cultural concreto y situado. Beauvoir plantea que la elección del género no es a tientas, sino que se inscribe en un marco normativo preexistente, dentro del cual la elección (su proceso) es menos azarosa que estratégica, laboriosa, sutil y encubierta. Se reproduce, reorganiza y reinterpreta la realidad cultural con su compendio normativo de forma recurrente (Butler, 1990).

En el cuerpo se inscriben las interpretaciones recibidas de un sistema sexo/género las cuales son reinterpretadas y expresadas por medio del mismo cuerpo. Es así que Beauvoir le asigna el estatus de situación al cuerpo, ya que en él se articulan elementos culturales específicos de una cierta sociedad en un determinado espacio de tiempo: “Si aceptamos el cuerpo como una situación cultural, entonces la noción de un cuerpo natural, y desde luego, de un “sexo” natural se hace cada vez más sospechosa” (Butler, 1990:312).

De esta manera, y dado que el cuerpo natural y, por tanto, el sexo natural se entienden como ficciones, la teoría de Beauvoir podría estarse preguntando si es que el sexo no fue género todo el tiempo. Siguiendo esta interrogante es que Butler revisa la construcción teórica de Wittig.

El sexo... es tomado como un “rasgo físico”, un “dato inmediato”, un dato sensible perteneciente al orden natural. Pero lo que creemos que es una percepción física y directa sólo es una construcción sofisticada y mítica, una “formación imaginaria”, que repinterpreta los rasgos físicos (en sí mismos tan neutros como los demás pero marcados por un sistema social) mediante la red de relaciones en la que son percibidos” (Wittig, 1981:48 en Butler, 1990:314)

Podría interpretarse, dice Butler (1990), que la teoría de Wittig insinúa una malconcepción en el estudio de la anatomía y sus consecuencias sociales: Que la diferencia sexual no tiene un asidero material pertinente para afirmar binariedad. Esto no es completamente acertado. La autora del texto enfatiza la idea de que las diferencias son efectivamente binarias, materiales y distintas, y que no nos vemos atrapados por la ideología política al afirmar esto. El error estaría en enfocarse en ciertas diferencias para elaborar identidades sexuales; diferencias que suponen un destino social a causa de esta diferencia, destino construido en base a la naturalización de estas diferencias y la heterosexualidad.

Normalizar y regular la conducta sexual no implica un discurso que acepte la diversidad ni sea propositivo, sino, al contrario, supone la utilización de herramientas opresivas y restrictivas. La idea es que todos y todas actúen bajo el precepto de la heteronormatividad, el mandato médico y psiquiátrico que te permite caminar y desenvolverte socialmente sin problemas. Es así que el individuo no tendría la opción libre de configurar su género como le parezca pertinente, sino que se somete a una obligatoriedad heteronormativa “bajo amenaza de sufrir castigo y violencia por cruzar las fronteras del género” (Fonseca y Quintero, 2009:49). Es así como, por medio del miedo y la culpabilidad, el sistema heterosexista controla la disidencia (Ibid.).

Trascender el sexo, dice Butler, podría llevarnos tanto a la superación del binarismo por medio de una categoría única o por medio de la proliferación de géneros. En este sentido, Foucault (1980), desde su noción de poder, propone que la ruptura de la dicotomía se sucede luego de una proliferación de relaciones de poder en donde el opresor se convierte en oprimido y desarrolla formas de poder alternativas produciéndose una relación posmoderna de poder en donde los roles son intercambiables (Butler, 1990). Así, por medio de esta “proliferación” y una “asimilación” de la nueva relación se difuminan los límites de la oposición.

No sólo elijo mi género, y no sólo lo elijo dentro de los términos de que se dispone culturalmente, sino que por la calle y en el mundo siempre estoy siendo constantemente constituido por los otros, de tal modo que el género constituido por mi yo bien puede encontrarse en oposición cómica o incluso trágica con el género que otros me ven. Por ello, incluso la prescripción foucaultiana de la invención radical presupone una acción que, à la Descartes, definicionalmente elude la mirada fija del Otro” (Butler, 1990:322).

enero 03, 2013

El revuelo de las Putas Babilónicas

La verdad es que no pensaba hacer un artículo sobre ésto, porque el mensaje de las Putas Babilónicas es bastante claro. Pero no. Hay gente, incluso amigos gay, que se sienten agredidos por su imagen disidente, sus tacos y sus labios rojo pasión. Asi que, no siendo un erudito en el tema, quiero exponer lo que pienso respecto de esto. Ojalá estén de acuerdo conmigo. Si no, están más que invitados e invitadas a mandarme a la chucha en los comentarios.

Para entender todo el despliegue visual, creo que es necesario hablar un poco sobre las categorías en las que encasillamos a las personas. Por un lado están aquellas referidas a la orientación sexual, las cuales varían dependiendo de si gustamos del mismo sexo, del otro sexo, de los dos, de ninguno, etc. Extendernos en eso no creo que haga tanta falta.
Por otro lado, las categorías referidas al género varían de acuerdo a la presentación "performática" que hacemos de nosotros mismos frente a los y las demás. Por eso se utilizan las etiquetas transgénero y la más reciente, cisexual o cisgénero, donde las personas transgénero ocupan, se visten o viven mostrándose diferentes a lo que se les exige por su sexo y las personas cisgénero aparecen concordantes con lo que se espera de ellos en términos, al menos, visuales. No creo que sea necesario complejizar tanto ésto.

Ahora, partiendo de la noción básica de que las Putas Babilónicas no son un colectivo de entretenimiento ni de juegos al aire libre, sino que son una agrupación política, es que todo lo que hacen de manera pública corresponde a una estrategia política de visibilización. En éste caso, la pregunta que nos deberíamos hacer es ¿qué se intenta visibilizar?

De las varias entrevistas que se les han hecho, uno puede resumir que tienen un problema con el sistema sexo/género, como dirían las autoras de los años 60's. Específicamente con una suerte de valor o idea clave para la articulación de este sistema que es la heteronormatividad. Ésta característica del sistema sexo/género occidental intenta normalizar, encausar, direccionar y encaminar, por medio de la heterosexualidad obligatoria, a la sexualidad de sus contribuyentes (todos y todas quienes participamos de la sociedad en su conjunto), hacia una forma de vivir la sexualidad que busca la consecución de una meta concreta que es la reproducción de las familias, las cuales producen hijos e hijas que se criarán en y formarán parte de éste sistema, el cual más tarde también reproducirán. El objetivo es más bien económico, en tanto la repetición de este esquema sexual (el papá trabajador asalariado y proveedor, la mamá dueña de casa y cuidadora de la familia) permite estar constantemente generando personitas que hagan funcionar la maquinita llamada economía global. En fin. Hay todo un entramado de reglas que marcan el camino hacia el éxito en nuestra sociedad. Un éxito heterosexual.

Y soy enfático en ésto, porque el camino trazado no es una opción: Es una obligación. De no cumplirla hay castigos, hay penitencia, hay tortura. Es violento lo que sucede cuando no eres heterosexual. Es violento incluso si lo eres pero no tanto. Qué decir de aquellos hombres que no gustan del fútbol, o que son sensibles. O aquellas mujeres competitivas y profesionales. Ejemplos todos de lo duro que es no alinearse y acurrucarse con la suave y tentadora heterosexualidad. Por eso mismo muchos y muchas disidentes han elegido callarlo en sus distintas facetas, tanto para sí como para el resto. Así, tenemos a jóvenes gays que no le cuentan a sus familias que gustan de otras vaginas u otras tulitas, como también a aquellos y aquellas que, fuera del clóset, aún son normales, varoniles, señoritas y se espantan de cuerpos trasngresores como los de las Putas Babilónicas. Porque ellas hacen sonar sus tacos y pasan gritando fuerte "no tengo que ser hombrecito para ser respetado".
Por eso el labial rojo, por eso los tacos y los animal print: porque intentan abolir con la idea de que si eres hombrecito tienes que hablar, pararte, caminar y culiar de tal o cual forma. Porque para ser mujercita no hay que ser ni virgen, ni santa, ni recatada, ni golpeada en silencio. Porque un hombre no es eso, ni una mujer tampoco. Porque, en definitiva, ¿qué es ser hombre? ¿qué es ser mujer? ¿según quién? ¿para cumplir qué regla?.

La libertad sexual ha sido encasillada, escondida bajo anuncios de cervezas con tetas y sudorosos abdómenes masculinos recios, bajo porno encubierto en programas juveniles y padrenuestros llenos de cuerpecitos de niño. La sexualidad, de tan encerrada que está, grita por salir de golpe y destruir las barras que se erigían por delante de ella. No son travestis, no son transformistas: Son cuerpos liberándose, ya sea con vestidos o con pantalones, con faldas o con sudaderas. Da igual. Porque no importa si soy gay, hetero, bisexual, asexual, pansexual o chelasexual. Lo que importa es que pueda y tenga la libertad de expresar lo que siento y que nadie me recrimine por ello. Porque las reivindicaciones sexuales no son solamente para hombres gays, sino también para lesbianas, trans, cisgéneros y toda la gama del bonito arcoiris de la sexualidad. Porque todos tenemos derecho tanto a ir de la mano por la calle y besarnos como a vestirnos de la forma en que nos represente y, más importante, acomode más. Porque tenemos el deber de conocer nuestro cuerpo, de explorarlo en solitario y en conjunto, de entender dónde habita el placer (que, por supuesto, no es sólo genital) y a poder manejar métodos de prevención de enfermedades y embarazos no deseados. Necesitamos urgentemente aprendernos, reconocernos, porque nos hemos olvidado detrás de una represión infundada, ridícula y sin sentido.

Eso son las Putas Babilónicas. De ahí vienen sus labios fulgurantes y sus piernas estilizadas. Si a alguien le molesta, probablemente tenga que ver con lo enraizado que tenemos este sentido de la moral en donde cada cosa va en su lugar y los hombrecitos son así y las mujercitas son asá. Las lastarrinas nos invitan a destruir esa concepción de nuestros cuerpos de la manera más entretenida, alegre y desenfadada que hay. Y no, por favor no entiendan que es una invitación al mundo trans, pero sí es una invitación a transformarnos po dentro para dejarnos ser por fuera.

Vincular ésto, que ha sido tratado somera y miedosamente por las organizaciones de la diversidad sexual en chile, con la Revolución Social generada a lo largo de los años y nombrada más frecuentemente a partir del Movimiento Estudiantil del 2011 hace más sentido que nunca, pues educarnos en sexualidad es algo que nos falta a todos y a todas. Es precisamente el conocimiento sobre nosotros y nosotras mismas lo que el sistema neoliberal nos ha arrebatado. El saber productivo (no en términos materiales, necesariamente), ese saber que nos permite vivir de forma autónoma. Ese saber hay que recuperar, y fue ese conocimiento el que se rescató en los recreos del Lastarria por estas, las Putas Babilónicas.

Es por todo lo anterior, e incluso por más, que las performances de éste colectivo de locas genera tanto revuelo. Y es TAN positivo que debería replicarse.

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