Pestañas

septiembre 26, 2014

¡Feliz cumpleaños, hermano!

Primero que todo, y como buena introducción, tengo que decir que tengo mucho que decir. No valía la pena escribirlo en 140 caractéres, ni siquiera alcanza en otra red social. Es por esto mismo que prefiero dedicarte una entrada completa. Feliz cumpleaños, hermano.

No es muy común que uno se detenga a mirar hacia atrás. De hecho, creo que es algo que pocos hacemos durante nuestra vida: Siempre tenemos puesta la mirada en el futuro, en el mañana, en la planificación. Esto no es necesariamente malo, pero de vez en cuando es bueno ver lo que se ha recorrido para aprender de ello y, por qué no, inflar el pecho de las buenas decisiones que uno ha tomado durante el trayecto. Y eso es lo que me pasa cuando miro hacia atrás, porque veo que todo lo que hemos hecho nos ha llevado a tener la relación que tenemos ahora.

Cuando miro hacia atrás, lo primero que veo es nuestra casa en el patio de la abuelita y todas las imágenes que se me vienen a la mente son recuerdos buenos. Por supuesto, y no me haré el tonto, hay algunos otros que se convirtieron en lecciones y aprendizaje, pero son muchos más los que me traen una sensación agradable, nostálgica. Pasábamos mucho, mucho tiempo juntos y solíamos tener secretos de cabro chico, como esa vez que me corté la pierna y te dije que no le contaras a nadie. Me traías papel higiénico para secar mi herida, guardaste el secreto y de ello tengo el recuerdo hecho cicatriz. Recuerdo, también, cuando íbamos en ese colegio en el que yo tenía un compañero que me hacía la vida imposible, y cada vez que era necesario, tu estabas ahí para defenderme, para que no me hicieran nada. Siempre ahí, al pie del cañón conmigo.

Un poco menos pequeños, cuando nos cambiamos de casa, tuvimos que aprender lo que era dormir en piezas separadas. Buscando nuestra propia identidad nos hicimos amigos de diferentes personas, comenzamos a construir nuestra propia vida sin que el otro necesariamente participara de ella. Nos unían, eso sí, nuestros vecinos. Con ellos salíamos a jugar tardes enteras a las escondidas, y siempre recordaré que cuando nos tocaba contarla y nos pillábamos, nos pasábamos de largo dándonos ventaja para no perder. Siempre, pero siempre. Esa complicidad, a mi entender, nunca se ha perdido. De hecho, es más: A pesar de que uno podría pensar que esa complicidad llevaría fácilmente a un desinterés o hacer oídos sordos, nunca has demorado en señalar cuál es el elemento que constituye la base de mis errores, y te agradezco infinitamente por ello. Tener a alguien que esté decidido a poner en la mesa las cosas que podrían resultar mal sólo para que te vaya bien en la vida es algo que no puede desconocerse, y eso es algo que haces conmigo que yo nunca rechazaré.

Ya de más grandes, a pesar de las veces en que discutimos por el horario en el computador (jaja), lo compartíamos todo. Compartíamos los espacios, los tiempos, la ropa, el ¡disco duro! Nuestra relación nunca ha sido cimentada en el egoísmo y eso de verdad que es algo que me hace sentir satisfecho por lo que hemos sido como hermanos. Saber que cuando uno necesita algo el otro hará lo que pueda por ayudar, y cuando el otro necesite algo uno hará lo mismo es más que destacable. Estar ahí para el otro, constantemente, a veces hasta sin muchas explicaciones. Así eres conmigo. Por otro lado, el compartir constantemente experiencias, secretos, conversaciones largas y de cosas más que interesantes (como los illuminati o la política o la vida después de la muerte) es algo que yo en serio valoro, y valoro trascendentalmente.

Por supuesto no voy a desconocer esas veces en que las discusiones nucleares se hicieron presentes en nuestra hermandad, pero creo que al final del día sin esas destrucciones masivas uno da por sentado muchas cosas y termina por dejarse estar con las relaciones. Estas discusiones han testeado nuestro cariño y hemos sabido volver a encontrarnos y eso es lo que yo rescato. A pesar de todo, hoydía te siento súper cerca y me emociona mucho sentirlo así. Ser parte de tu vida, de la de tu hijo, que tú seas parte de la mía, poder llamarnos por teléfono y conversar, planificar, advertirnos.

Me gusta lo que hemos construído como hermanos, y lo que sé de ti me hace poder decir con toda sinceridad que me enorgullece tener un hermano como tú: Íntegro, justo, fuerte, inteligente, correcto, atento (de estar alerta), y de un tiempo a esta parte te siento cada vez más cercano, cariñoso y receptivo. Estoy enfocado en un par de cosas en mi vida, pero una de las pocas de las que sé que no voy a dejar de preocuparme es de mantenernos cerca.

Te amo, hermano, y te deseo el mejor de los cumpleaños de tu existencia hasta hoy y ojalá se extienda por todo lo que queda de esta semana. Que el nuevo ciclo que comienza en tu vida esté lleno de recuerdos inolvidables de lo buenos que sean y que se llene tu vida de satisfacciones y éxitos. No me queda más que decirte que eres el mejor hermano que pude haber pedido y que, como ya te lo he dicho otras veces, eres en muchos aspectos de la vida un ejemplo para mi.


Tu hermano, Jere.

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