diciembre 20, 2012
diciembre 16, 2012
[minicuento] "Mucho mejor, Te Seguiré Abrazando"
"Te odio por no sentir, y te amo cuando me levanto con ganas de convencerte, esas que nacen de cuando la noche anterior hablamos y reímos gracias a mensajes de texto. Siempre vuelvo, porque me gusta acercarme aunque me duela alejarme después. Es un masoquismo a medias, y bonito a medias, también se puede decir. Bonito al fin y al cabo. Me gusta cuando nos abrazamos y me preguntas “¿qué haremos ahora?” y te respondo “quedarnos así por siempre”. Sé que te sonrojas porque te quedas callada, y yo me quedo callado también porque me gusta tu silencio, pues me hace escuchar tus latidos. Cuando estamos cerca me gustaría decirte que la vida es eso que quiero pasar a tu lado, pero no quisiera hacerme ver exagerado, me gusta la sutileza de la poesía. Suelo pensar a veces que aunque dejes que yo te me vuelva a acercar, sabiendo a ciencia cierta lo que busco en ti, es porque te gusta que yo te guste, pero te da miedo que me gustes tanto. Y es que a mí la verdad no me importa tanto cuánto llevamos de conocernos, sino qué tanto nos vamos a conocer. Cuando veo que me escribes, sonrío y pongo cara de que te amo, y aunque no conozco mucho los lugares donde resides, las personas con quienes convives día a día, amo lo que tenga que ver contigo por el simple hecho de que tenga que ver contigo. Me gusta acercarme a ti porque de manera inexplicable se me llena de confianza el corazón cuando me hablas. Y pienso, pienso mucho. Me hago preguntas peligrosas, como esa de qué me falta por darte, y la otra de cuáles otras maneras puedo encontrar de decirte cuánto me importas. Y la más peligrosa de todas, esa en la que me pregunto si tú podrías ser el amor de mi vida, y me respondo que en realidad, por todo lo que late mi corazón con lo relacionado contigo, eres algo mucho mejor."
— Mucho mejor, Te Seguiré Abrazando — J. Porcupine (via autosuficiente)
diciembre 15, 2012
diciembre 13, 2012
Relaciones abiertas: De posesión y patriarcado
Tener una relación abierta puede ser problemático para muchos y muchas. Lo importante, siempre, es la confianza. Sin esto, les digo, la relación está destinada al fracaso.
No vamos a decir que es fácil, que es simple y siempre entretenida. Hay momentos en los que se sufre, porque tenemos arraigado en nosotros la posesión: Nuestra pareja es nuestra y de nadie más. Es una cosa, un artefacto, un objeto que nos da placer y compañía. Esto es herencia directa de una cultura patriarcal, con lo que ésta configuración relacional genera una ruptura al dejar los cuerpos libres y desposesionados.
El modelo hegemónico de relaciones tiende a producir binarismos. La monogamia no siempre ha sido la forma en que se articula el amor, por lo demás no hay ninguna persona que, estando en pareja, no haya sentido algún tipo de atracción por otra persona. Eso es natural. Es natural sentirse atraído a otros seres humanos, es natural querer a más de una persona, es natural sentir deseo por otros y otras. Es completamente antinatural reprimir lo erótico y condenar valóricamente a quien experimenta, prueba o vive su sexualidad de manera heterodoxa.
Tampoco se trata de libertinaje, pues en general siempre se tiene una pareja principal, un compañero o compañera a la que siempre se vuelve. Por eso es que usualmente se dice que la relación abierta es una licencia para ser infieles, pero es más complejo que esto, ya que la infidelidad es un contrato entre las personas que conforman la relación y los términos de este contrato varían de una pareja a otra. Así, para una pareja tradicional los términos de la infidelidad serán cualquier conducta que implique expresar interés por otra persona. Hay permiso incluso para los celos, considerados como expresión de la importancia atribuida a la relación, cuando en realidad no son más que reacciones irracionales que responden a este fenómeno de la posesión, de la tenencia de los cuerpos. Pero para una pareja no tradicional que se haya configurado desde la apertura y la libertad, el significado de la infidelidad se adecúa a las necesidades que cada persona tiene, es decir: si yo necesito que me hagan sentir seguro de cierta forma, lo pido y se conversa. Lo mismo se espera de la otra persona, quien expondrá cuáles son sus necesidades y el contrato tendrá todo lo que permita a la pareja disfrutar de la libertad pero sin pasar a llevar a la otra persona, sin hacerla sentir insegura y siempre reforzando la relación principal. Como ven, sí hay reglas.
Y hay reglas no porque no podamos escapar de un sistema normativo, patriarcal y positivista, sino porque es siempre necesaria, a mi manera de ver las cosas, la reconquista constante. Una relación abierta puede traer consigo malosentendidos, inseguridades, bajas en la autoestima, etc. Esto se puede evitar estableciendo un marco para la acción, una cancha en donde el cuerpo pueda moverse, disfrutar y encontrar placer sin generar en el otro una sensación tan ambigüa. Sí puede haber estabilidad, pero hay que cuidarla, porque estas relaciones son más frágiles, dada la naturaleza de nuestra socialización posesiva.
Por otro lado, a mi me interesa también especificar hasta dónde se puede llegar en los encuentros que se dan en el día a día, o noche tras noche. En lo personal, considero que los encuentros deben ser furtivos, nunca dos veces con la misma persona (aunque eso es conversable), y nada de exes. Eso en términos del quién. En lo que respecta al qué, para mí esto es algo completamente acordable y los límites se establecen en orden de importancia. O sea, si para mí una situación íntima tiene que ver con besar a alguien, prefiero negarme esto y guardarlo para mi pareja principal. Si para mi pareja es más íntimo el sexo, pues entonces se reserva esto para mí. O viceversa. Por esto es que siempre digo que el contrato de infidelidad es flexible y propio de cada relación, pues se ajusta a la comodidad, al nivel de confianza, a la capacidad de desarraigo y a la calidad de la relación.
Debemos considerar que la ausencia prolongada o los constantes planes cambiantes o repentinos pueden generar una sensación de vulnerabilidad en la pareja. Por eso es mejor estar en contacto constantemente, no con el afán de tener a raya a la persona que se está divirtiendo, sino con la intención de estar tranquilos y evitar las sorpresas.
Es, también, necesario tomar en cuenta lo importante de la reconquista constante, pues esa la base del amor duradero. Son aquellas parejas que han entendido que durante los años han ido cambiando y que ya no son los mismos de antes, pero han encontrado la forma de seguir enamorados las que perduran, ya que los cambios que han visto en la otra persona han nutrido la relación y han encontrado la manera de volver a enamorarse una y otra vez, día a día. El amor no es una etapa, el amor tiene fases, pero la conquista y la reconquista debe ser un imperativo. Sobre todo si hay licencia para visitar otros cuerpos. Estar informados de lo que se hace, conversar de lo que se siente, hacerle frente a los problemas cuando es pertinente y disfrutar de momentos para la pareja.
Esto último es sumamente importante, ya que a menudo sucede que uno o una de los dos se relaja y, como pasa incluso es las parejas tradicionales, las actividades, los gustos y los juegos que se realizaban en conjunto se dejan de hacer, pues el sentimiento de seguridad se apodera de nosotros. Y ahí es donde aparece la posesión, pues ya "tenemos" un lugar en ellos o ellas. Ya no hay que hacer más, pues al final de la noche, hagamos lo que hagamos, nos estarán esperando. Y a veces no es así, pues aunque se cumpla el contrato a cabalidad, de repente puede dejarse de lado el tiempo de calidad que pasan juntos. Si eso se deja de lado, no se está construyendo relación.
Esto es tan peligroso como cualquier otra relación, sino aún más cuando las personas no son maduras emocionalmente. Sucede mucho que el balance es difícil de encontrar, y una vez encontrado, es difícil de mantener. Requiere esfuerzo, sinceridad y una conexión intensa. De otra forma, en esta como en cualquier otra relación, el vínculo se desgasta. Esto deviene, siempre, en una infidelidad concreta o el quiebre. No es más peligroso, ya que pasado esto siempre se buscarán otros brazos. Por eso, cuidado.
Evitar las discusiones porque la otra persona se lo puede tomar mal, o tener miedo a generar rechazo por expresar nuestras necesidades son errores comunes. Si algo he aprendido, es que la primera fidelidad debe ser con uno o una misma. Si no me soy fiel a mi mismo, con dificultad podré serlo tanto en una relación monogámica como una más libre y abierta. La honestidad es requisito principal, así como la disposición a la conversación y al debate. Discutir sobre los límites, hablarlos, ponerlos sobre la mesa y defender los propios (siempre y cuando tengamos claro que son nuestros deseos y no tienen por qué ser los de los demás) es enriquecedor.
A fin de cuentas, no se trata de decir “hago lo que quiero”, sino de entender que “hacemos lo que nos hace bien”. Por eso los límites, por eso las reglas, pues lo que sirve es aquello que se puede replicar en la pareja. Si la relación abierta se nutre de aquellas experiencias, la vida sexual y afectiva indudablemente mejorará y la confianza y el lazo aumentarán progresivamente.
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diciembre 11, 2012
Vicente, el sobrino más lindo del mundo
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diciembre 08, 2012
Valentina Roth y la represión sexual
Los desplantes escénicos
de Vale Roth son ya comentados en todas las redes sociales, y no es
de extrañarse. ¿Qué genera tanto ruido? ¿Es realmente a raíz de
un comportamiento deplorable? ¿Es realmente condenable?. Espero que luego de
este análisis, algunos y algunas puedan sacar conclusiones que
lleguen a reconfigurar sus nociones en torno a la imagen de castidad
y pureza virginal que se les impone a las mujeres.
No son pocos los videos en
los que la señorita Roth ha mostrado sus habilidades sociales. En ellos tenemos una variedad de situaciones que psicólogos RN o
UDI podrán enlistar en sus manuales sobre indecencia faltas a la
moral y ofensas a la madre patria... Qué se yo. No solo podemos ver
su escultural cuerpo, sino que podemos escuchar su argumentación
profunda y elaborada en relación a lo que se dice de ella. He aquí
el último de los videos que se ha viralizado en la red, el cual ha motivado esta entrada:
Y la verdad es que
describir cada situación ya parece irrisorio, pues es conocimiento
masivo el hecho de que Valentina Roth disfruta de lo que el clítoris puede darle y no tiene ningún tapujo con ello. Por lo bajo, a mi me
parece admirable. Rompe con toda la imaginería de la santidad de la
vagina y de la virginidad virtual obligatoria. Barre el piso, por decirlo así, con los deberes morales impuestos sobre los cuerpos
femeninos y, aunque no es ni una académica ni una erudita en el
tema, ella sí sabe cómo pasarlo bien. Pero no le sale gratis, no en
Chile.
Los comentarios en
relación a lo que hace, dice y muestra son variados y van desde las
declaraciones tipo “maraca culiá” a las más sentidas
devociones. Más allá de hacer una lista con lo que se dice de esta
mujer, quiero centrarme en los elementos que articulan esta
animadversión con el placer y los orgasmos, porque al final del día
siempre me pregunto ¿qué es lo que molesta tanto? ¿qué provoca
tanto despliegue de comentario despectivo?
Me es imposible no
referirme al estudio de la sociedad en esta materia, ya que existe un
ordenamiento político que administra el placer. Sobretodo en la
sociedad occidental, lo erótico tiende a ser al mismo tiempo una
prohibición y una invitación: Vemos cervezas asistiéndose de
voluptuosas señoritas, vemos estrellas pop persiguiendo una juventud
perdida para mantenerse deseables, escuchamos gemidos en sus
canciones, nos rodea y atraviesa el sexo, el cual es sobretematizado,
nominado, discutido y transmitido. Como si no fuera un mensaje
contradictorio tenemos el mensaje abstinente de la iglesia, la
preocupación por la edad de la primera relación sexual, el
silenciamiento del tema frente a menores de edad, la vergüenza en la
compra de condones... Así, ¿quién entiende lo que es saludable?.
El embrollo que debe tener la gente debe ser increíblemente
complejo. Y en medio de esta censura sobretematizada del sexo, éste
se llena de misticidad, de magia y el impulso a practicarlo se
refuerza desde el primer orgasmo. Y ya, si no lo pudimos evitar, por
último que no se transmita la plaga de las relaciones premaritales.
Este caótico devenir,
aparte de generar confusiones y desinformaciones terribles, termina
por construir una lógica cínica impresionante. Es decir, finalmente
el problema no es que efectivamente estés teniendo sexo, sino
decirlo.
Hace ya varios meses el
MOVILH estuvo peleando la primera gran demanda de la Ley
Antidiscriminación (por favor, no le digamos más Ley Zamudio que el
pobre debe estar revolcándose en su tumba), la cual consistía en
que una pareja de lesbianas había sido discriminada arbitrariamente
por un cierto motel, al cual no las dejaron ingresar por su
orientación sexual. Hoy, por twitter, apareció en mi TL un twitt
que decía “Que te muestren en a tele porque ibas a un motel es
cuático”. Yo me pregunto, ¿por qué es cuático?. Resulta que en
medio de las conversaciones con este contacto, el problema no era la
concurrencia al motel, sino el hecho de salir en la televisión dando
cuenta de ello. Es decir, si la pareja (ésta o cualquier otra)
quiere ir a un motel, que vaya. Pero que, por favor, no lo convierta
en un tema público. ¿Qué hay que esconder? ¿Qué es lo que no se
puede mostrar?. Las parejas usualmente desarrollan deseos sexuales en
torno a la otra persona. Las parejas tienen sexo: Se besan, se
acarician, se regalan orgasmos y algunas gustan de utilizar el amplio
servicio de motelería que se ofrece en el contexto urbano. ¿Cuál
es el gran problema?.
La idea de que los
moteles los usan los amantes, las parejas clandestinas y quienes
quieren “escapar” de algo es una idea añeja y pasada de moda.
Los moteles brindan un servicio cómodo, tranquilo, incluso a veces
hasta limpio. Es un espacio donde se puede practicar sexo doce horas
seguidas y todos los implementos te son entregados sin ningún
problema. La sexualidad se despliega en todo su esplendor. En vez de considerarlo como un problema, yo preferiría catalogar esta práctica
como una posibilidad de que los cuerpos disfruten y alcancen un
desestresante, estimulante y endorfínico orgasmo... O varios. ¿Por
qué se tiene vergüenza de algo tan exquisito?
Valentina Roth entiende
muy bien ésto, y no tiene ningún pelo en la lengua para decirles atoda esa manga de cartuchos y cartuchas que digan lo que quieran,
porque sus labios están listos para recibir más besos y su boca
también. Y es ésto lo que molesta: Que una mujer que debería estar
guardándose para su marido esté repartiendo la idea de que el sexo
es bueno, saludable y agradable. Una mujer viviendo libremente su
sexualidad es peligroso, porque luego querrán hacer valer sus
derechos humanos. Y quizás hasta generen un cambio cultural en torno
a la vivencia de la sexualidad. A lo mejor las mujeres comprenden que
no es el rol de los hombres el pedir pololeo, ser activo, excitable y
nonstop en la cama. A lo mejor pueden tomar la iniciativa y ahogarse
en endorfinas.
El otro día mi primo
dijo “(...) no sé por qué le ponen tanto color, si ella hace lo
que hacen todas las minas después de una disco o hasta dentro de
ellas. Es la típica mina que ves en la pista y dices “a esa mina
me a voy a comer hoy”, y haces todo lo posible para que se fije en
ti porque te prende”. En su propio lenguaje, cuanta razón.
Lo mismo pasó con la
mujer que, micrófono abierto, se jactó de su habilidad para contener las gónadas masculinas dentro de su área bucal, o en lenguaje
popular, “hacer un quico”. Pero la lapidaron. Hasta el padre
saldría más tarde en un diario de circulación pidiendo disculpas.
¿¡Disculpas, por qué!? Por favor, que alguien me pegue una
cachetada si no me estoy dando cuenta de algo, pero es que aún no
veo nada de malo en que ella esté tan orgullosa de tener una
habilidad que, en lo personal, me volvería loco. De hecho, todas las
mujeres deberían dominar estas técnicas. Les aseguro que vivirían
felices entendiendo que el sexo es algo bueno y que su vagina es su
mejor amiga -y nuestra también.
Todo lo anterior debe reflexionarse seriamente, pues la violencia contra las mujeres tiende a tomar por argumento el hecho de que se vistan, se vean y sean sexys. Vestirse con una minifalda no es el error, el error es dejarse llevar por un impulso agresivo. Creer que las actitudes de las mujeres son el motor de las acciones violentas es asumir que en realidad el hombre no se puede controlar, por tanto de la mujer es aquella tarea y, disculpen, pero eso me ofende profundamente. Por eso es nuestra tarea, como hombres conscientes y equilibrados, transmitir estas aseveraciones. Debemos comprometernos con un mundo donde no hayan privilegios otorgados en base al sexo, asumiendo que ser hombre merece más libertad.
Cada uno y una tiene el derecho a expresar de la forma que más le plazca su sexualidad y nadie puede tomarse la atribución de cuestionar esas decisiones o pretender ser un observador de la moral. Dejemos de participar de la reproducción de patrones represivos, que el sexo es para disfrutarlo.
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diciembre 01, 2012
Diferencias entre la Vedettón y Mister Teletón
En lo personal, el show
mediático completo de una Teletón que tiene poco de solidario y
caritativo, y que en realidad funciona simplemente para generar
publicidad barata y crecimientos desmesurados del capital de
multitiendas, hypermercados y diferentes marcas transnacionales me
importa bien poco. Me molesta, de hecho, que sea un mal necesario,
pues lamentablemente en Chile los legisladores no legislan, no
trabajan, se ausentan y, peor aún, no representan a la ciudadanía
sino que prefieren defender sus cuotas frente a los grupos económicos
nacionales e internacionales. Dicho ésto es que el siguiente
artículo se presenta no como una crítica a la puesta en escena de
Don Francisco, sino a una situación que se da dentro de este gran
show.
Las estrategias
comunicacionales que la Teletón tiene para motivar al público son
diversas y me parece que, como evento publicitario funciona
perfectamente: Las grandes brands
se pasean por su escenario pavoneando su hipotética solidaridad.
Entre estas estrategias está el bloque de humor, las historias de
vida, Mister Teletón y la famosa y ultrajada Vedettón.
Insisto:
Como venta de ideas funciona excelente, y el rating es elevado
siempre. Pero la Vedettón tiene algo que me hace ruido, y en esta
entry pretendo identificar exactamente qué es. Partamos desgranando
el choclo, porque no puede ser simplemente la inclusión del desnudo
en la televisión No soy tan conservador como para no disfrutar de un
lindo cuerpo, de unas lindos senos y unos glúteos trabajados. Por
favor, las señoritas Ríos, Borghi, Bustamante y todas las que les
siguen en la lista hicieron de sus perfomances un verdadero ejemplo
de belleza occidental, colores, luces y gritos efervescentes. No voy
a ser tan mojigato como para decir que no me encanta a exhibición
pública de cuerpos que inspiran deseo. A esta sociedad le falta
liberarse de su acartuchamiento y empezar a entender que el cuerpo
desnudo no tiene por qué ser objeto único del arte, sino que la
vida cotidiana ansía deleitarse con protuberancias, firmeza y
erotismo.
Y
así dejamos de lado de un principio a la desnudez. Pero, si no tiene
que ver con ésto, ¿qué más?
En
el afamado Mister Teletón tenemos a varios hombres, todos mayores de
edad, mostrando sus aptitudes viriles. Ya no es ni un mito ni
pertenece a áreas reservadas el hecho de que para ser un “hombre sexy”
no se necesita acarrear grandes troncos, mostrarse tonificado y
apretadito ni poseer exuberantes abdominales. Usualmente las
características masculinas difieren tanto de uno a otro hombre que,
por ejemplo, Longhi y Camus desfilan en boxers dando un entretenido
espectáculo, dejando por el suelo el supuesto de que el six pack, la
sonrisa sexy, la postura erecta y el saludo tímido son los atributos
de un candidato al premio mayor. Ni siquiera el ganador, Marocchino,
salió con la pose de un adonis: Broméo, bailó, mostró sus
tonificados músculos en medio de movimientos más graciosos que
sexys y luego salió tranquilo de la pista. Y es que ojo, las juradas
exigen simpatía y humor como elemento principal, no el esbelto
cuerpo de una estatua griega, a pesar de los toqueteos que tuvieron estilo y fueron graciosos y sensuales, agradables.
En
la Vedettón, que se muestra casi a las 5 de la mañana, a diferencia
del show anterior que se hace en horario para todo público, opera un reglamento totalmente distinto: La candidata debe mostrarse fiera,
gatuna, curvilínea, esbelta, tetona y potona, ojalá guiñarle al
jurado, bailar sensualmente, tocarse con los bailarines y levantar la
pierna, pero por sobretodo, quedarse con la menor indumentaria
posible procurando desnudarse completamente. Luego debe quedarse a la
mirada de un auditorio expectante y enardecido para saltar, mover la
colita y besar a tanto hombre como se le ordene.
¿Ven
las diferencias?
¿Qué
hace que un show sea tan distinto al otro? ¿De verdad le ponemos
color con esto de que a las mujeres se les trata violentamente?
¿Deberíamos molestarnos por ésto o mantener silencio y dejar que
la gente disfrute?
Partamos
por lo básico: Nadie puede decirle a la otra persona qué pensar,
qué hacer, por qué reirse y cuándo callarse. Quisiera explayarme
más en este punto ya que la idea de la falsa tolerancia abunda
después de un Movimiento Estudiantil que ha puesto en la mesa todas
las desigualdades, injusticias y mentiras que la realidad nacional
encubre, silencia y la sociedad civil prefiere no escuchar para vivir
más felices o “porque siempre ha sido así”. Lamentablemente hay
mucho que decir sobre la falsa tolerancia, pero la conclusión que se
nos debería grabar es la siguiente:
Si
yo expongo mi opinión al resto, debo ser suficientemente inteligente
para saber que estoy iniciando comunicación, por lo que de seguro
recibiré opiniones de vuelta. Pedir respeto intentando acallar
críticas es como pedir que la ola no nos moje en el mar porque
queremos disfrutar sólo del agua.
Dicho
ésto, a mi me molesta de sobremanera que los espectadores no
comprendan la diferencia... cómo decirlo... simbólica, entre lo que
acontece en un escenario y lo que sucede al detenerse la música. Y
pido la ayuda de los y las enteradas en esta diferenciación para que
me expliquen seriamente el switch, pero por ahora me dedicaré a
intentar describirlo fehacientemente.
Y
es que no puede ser tan complicado de entender que una performance
como la de las candidatas en la Vedettón pretende estimular y
generar placer, claro está, pero ese placer es visual. No importa la
música, no importan los bailarines y probablemente no importa el
color del atuendo de la protagonista. Importa que se vea sexy y que
cumpla con los requisitos que mencionaba más arriba. Hasta a mi me
parece atractivo y agradable hasta este punto. El topless, la
diminuta cubierta de la señorita de verde y la mirada de gatúbela
de las participantes es, por lo bajo, excitante. Pero termina la
música y se suceden una serie de momentos asquerosamente incómodos
que tienen que ver, yo creo, con la imposibilidad de la audiencia
-sobreexcitada- de comprender que acaba de terminar la performance y
no es necesario que le pidan quedarse. No es un lapdance ni la
exhibición de artefactos de placer: Es una persona, una mujer la que
mueve las caderas sensualmente en un escenario.
Ahora,
estoy seguro que a varias de las participantes no les molesta saltar,
mover la colita y quedarse a que las miren depravadamente o que las
abracen. Pero a mi me produce una sensación de incomodidad
asquerosa. Son mujeres que libremente
acceden a jugar el papel de juguetes sexuales, de cuerpos vacíos, de
cosas. Es lamentable, pues terminan siendo víctimas igual.
Por
otro lado, el argumento que versa “ellas saben a lo que van” me
parece indiscutiblemente ridículo. Es, escencialmente, el mismo
argumento que indica que las mujeres violadas “se lo buscaron”.
No me voy a referir a ésto porque lo considero una pérdida de
tiempo. Es irrisorio, y punto.
En
definitiva, la Vedettón es un show violento, no por la exhibición
de pechugas y potos. Lejos de eso, por lo que sucede luego de la
performance: La vulneración de la dignidad de aquellas mujeres que
brindan un espectáculo de calidad -o a veces simplemente mueven de
aquí a allá sus atributos y con eso basta. El peak de la
incomodidad y la motivación de este artículo apareció en la
“conversación” con Antonella Rios, a la que no le devolvieron el
sostén aunque ella lo pedía con una incomodidad penosa y a la que
le pidieron la colita a lo cual ella se negó. Fue evidente lo pasada
a llevar y agredida que se sintió. Si no se fue corriendo de ahí
es debido a su calidad de figura pública y, quizás, su fuerte
compromiso con la Teletón misma o quién sabe por qué. Tras el
análisis de todo esto, no creo que la conclusión principal sea que
le pongo color.
Y
para cerrar esta entry, me gustaría responderme a mi mismo y
explicar por qué un show es tan distinto a otro.
Lamentablemente
tiene que ver con una dimensión más compleja, puesto que responde a
un régimen político en torno al sexo, donde los hombres pueden
disfrutar, deleitarse y utilizar no sólo la figura o la imagen, sino
el cuerpo y hasta la vida de una mujer. Claramente sería necesaria
una jornada de conversaciones y conocimientos compartidos para poder
entender cómo se desarrollan estos mecanismos y cómo se perpetúan
en las conciencias de hombres y mujeres, pero al menos podemos
intuirlos a partir de estas reflexiones. Así, no le interesa a este
ordenamiento el cuerpo del hombre, por lo que se le deja ser, no se
le manipula y en el escenario tiene plena libertad para mostrarse sin
exponerse completamente. El sistema lo cuida, lo protege de las
situaciones embarazosas y no da permiso a la mujer para apropiarse de
él. De hecho la exposición del cuerpo masculino como pleitesía al
deseo femenino ocurre en la intimidad y en el escenario. En ningún
otro momento la mujer lo posee. Así se produce el concurso de Mister
Teletón.
Pero
el cuerpo de la mujer debe estar a la vista de todos, debe someterse
a la voluntad colectiva de los hombres: menearse, obedecer, ser sexy,
provocar deseo, ser bella y hablar poco. Los hombres tienen completo
derecho a exigir ver más, tocar más, acercarse más. Así funciona,
y eso es lo que se reproduce en la Vedettón.
Para
finalizar, los dejo con una performance que cumple todas mis
exigencias por ser clásica, entretenida, graciosa, sexy y por tener
a una diva de protagonista, aunque no la hayan dejado hablar. Mis
felicitaciones para Maripepa Nieto.
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