Hemos de
recordar que las agresiones discriminadoras vienen directamente de
los contenidos que se les imparten a los alumnos y las alumnas en la
salas de clases, con los comentarios que nuestros padres hacen frente
al televisor, con las tías olvidadas por su eterna soltería y los
primos que esconden bajo las diferentes formas de ser caballerito.
Esa es su fuente: Nosotros y nosotras mismas.
Nuestra capacidad para sensibilizarnos
y comprender a la persona a nuestro lado es la que genera una
sociedad tolerante; y, al mismo tiempo, la falta de empatía es la
que genera la seguidilla de lecciones de intolerancia que finalmente
terminan en agresiones en Santa Juana, en el parque San Borja, fuera
de las discos o en las mismas aulas, donde el profesor no dice nada y
la profesora valida los insultos homofóbicos.
El problema es estructural.
Si el
problema es estructural, deben haber, al menos, dos factores que se
interrelacionan y generan la síntesis “Homofobia” (o lesbofobia,
o transfobia; a falta de un término unificador). A mi parecer, los
dos principales son el rol del Estado en esta materia y las presiones
que se ejercen desde la sociedad civil.
Por
una parte, el Estado de Chile reconoce y condena todo crímen que
devenga racista, homofóbico, sexista, etc. Condenar es fácil es una
sociedad globalizada donde los medios de comunicación son la ventana
perfecta hacia el mundo. Un discurso puede hacer un personaje, y la
búsqueda del poder se facilita si las encuestas favorecen al o a la
candidata. Basta un par de declaraciones para vender una idea
progresista. Hoy en día, insisto, no es muy dificil.
Declaraciones
de buenas intenciones tenemos todos los días y respecto de diversas
problemáticas. El rol del Estado que buscamos es más importante,
más vinculante, concreto. El rol del Estado que, para estos casos,
buscamos debe ser el de garante.
El Estado de Chile debe garantizar
la seguridad y el respeto de los Derechos Humanos, los cuales son
inalienables para toda persona que pertenezca a la nación.
La
mejor manera de velar por el cumplimiento de ésto es fiscalizar que,
tanto en el Congreso como en la Presidencia, se estén generando las
condiciones para que el derecho a vivir en paz se cumpla. Revisar
planes y programas, políticas públicas y declaraciones se vuelve
necesario a la hora se presionar y luchar por la calidad de vida. El
respeto de la dignidad lo exige, principalmente porque los Derechos
Humanos no fueron cedidos por piedad, sino que exigidos con luchas
que los respaldaron.
Así,
escudriñando en el rol del Estado chileno, conformado por todo
personero político que participe del sitema actual, nos encontramos
con años y años de invisibilización, satanización,
criminalización y violaciones estructurales a la dignidad de los y
las sujetos de la diversidad sexual. Lo anterior, presente tanto en
comentarios de un senador a otro como en la misma constitución de la
república. Recordar el mensaje “sinvergüenza
y cola” del diputado
René Manuel García (RN) a Marcelo Diaz, nos da luces sobre cómo y
qué se piensa de tanto cola chileno: Somos arte y parte en una
ofensa, la cual usualmente aparece en boca del Señor Juanito Perez
o, en otras ocasiones, en Senadores de la República. Otros alcances,
más “cotidianos” pero impresionantemente públicos se describen
en éste enlace.
No
faltan los ejemplos.
Lo
que sigue viene a ser bastante lógico: Si permitimos estos epítetos
-gratuitos, por lo demás- y ni un pelo de nuestro brazo se eriza por
la incomodidad que provoca la ignorancia de estas anteriores
declaraciones, es claro indicador de que nuestra contribución a un
entorno saludable es menor de lo que esperábamos. Tanto en la
cotidianidad como en la macropolítica es necesario un cambio de
lenguaje, principalmente porque el lenguaje construye
realidad: La forma en que
nombramos o nos referimos a las cosas genera valoraciones,
entendimientos y prejuicios. Erradicar el insulto y generar políticas
públicas que eduquen a la los chilenos y chilenas es URGENTE,
generar un manual único y obligatorio en materia de diversidad
sexual es URGENTE.
Evitar
atropellos como el de Valeska Salazar es tarea de todos y todas. No
podemos culpar a los agresores sin entender que parte de ellos habita
en cada uno de nosotros cuando ofendemos a alguien de piel oscura
sólo por ser de piel oscura. Aquello no dista de las declaraciones
de Labbé en relación a las dueñas de casa, ni el repudio a
Hinzpeter sólo por su ascendencia judía. La discriminación
arbitraria duele sólo cuando es uno o una la víctima. Despertemos:
Somos victimarios también, por tanto depende también de nosotros
erradicar estas mosntruosas prácticas.
Se ha
promulgado una Ley Antidiscriminación fruto de una coyuntura
específica, pero la modificación legal no sigue las mismas lógicas
de la ingeniería: No somos cosas, somos complejidades humanas. Chile
no será un país mejor hasta que la “Ley Zamudio” se complemente
con un esfuerzo de compromiso real por parte del Estado y un reclamo
potente de la sociedad civil por recursos que generen prevensión de
la agresión, sobretodo dado el escuálido aporte que aquel proyecto
suma.
El papel de la Sociedad Civil
Cuando hablo de la Sociedad Civil no sólo me refiero a la señora Cejismunda que mira la televisión todas las tardes antes de Soltera Otra Vez. La Sociedad Civil la conforman tanto personas "naturales" como aquellas organizaciones que representan las demandas de un colectivo específico de ciudadanos y ciudadanas.
Muchas veces las organizaciones, en búsqueda de un mejor pasar, se ven envueltas en peleas por espacios de poder que -si bien son peleas que hay que dar en tanto se entiende el espacio de poder como medio para alcanzar el objetivo final, terminan por ser la única y primordial actividad, dejando de lado el objetivo principal: Mejorar las condiciones de vida de las personas que los avalan. En concreto: Los proyectos, las cercanías ministeriales, las remuneraciones por debajo de la mesa, las compraventas ideológicas y un si fín de fenómenos que son propios de la humanidad ansiosa de beneficios suceden a vista y paciencia de muchos y muchas que responden siempre con un "así funciona la cosa".
Insisto en el papel de la Sociedad Civil, pues la cosa puede funcionar distinto si más y más gente comprende que está en nuestras manos cambiar los códigos, los modos de operar, los protocolos, los conductos regulares y un sin fín de tropiezos que se dan para poder llegar a incidir políticamente en las decisiones que se toman a nivel país. Porque una micropolítica desvinculada de la acción a gran escala no sirve. Por eso los mecanismos de representatividad deben ser colmados de espíritus nuevos, deshechos de viejos prejuicios, con ansias de una nueva política, de una nueva constitución, de nuevos sistemas de representatividad.
El papel de la Sociedad Civil es incluso más grande, difícil y pedregoso que la tarea estatal, porque los primeros y los últimos fiscalizadores del Estado somos nosotros mismos. Ésto, que finalmente viene a ser una especie de fiscalización, sumado al cambio cultural que debemos impulsar hoy, ahora, desde este mismo instante, da cierta esperanza para muchos no-natos que serán libres de darle la mano a quien sientan.
El papel de la Sociedad Civil
Cuando hablo de la Sociedad Civil no sólo me refiero a la señora Cejismunda que mira la televisión todas las tardes antes de Soltera Otra Vez. La Sociedad Civil la conforman tanto personas "naturales" como aquellas organizaciones que representan las demandas de un colectivo específico de ciudadanos y ciudadanas.
Muchas veces las organizaciones, en búsqueda de un mejor pasar, se ven envueltas en peleas por espacios de poder que -si bien son peleas que hay que dar en tanto se entiende el espacio de poder como medio para alcanzar el objetivo final, terminan por ser la única y primordial actividad, dejando de lado el objetivo principal: Mejorar las condiciones de vida de las personas que los avalan. En concreto: Los proyectos, las cercanías ministeriales, las remuneraciones por debajo de la mesa, las compraventas ideológicas y un si fín de fenómenos que son propios de la humanidad ansiosa de beneficios suceden a vista y paciencia de muchos y muchas que responden siempre con un "así funciona la cosa".
Insisto en el papel de la Sociedad Civil, pues la cosa puede funcionar distinto si más y más gente comprende que está en nuestras manos cambiar los códigos, los modos de operar, los protocolos, los conductos regulares y un sin fín de tropiezos que se dan para poder llegar a incidir políticamente en las decisiones que se toman a nivel país. Porque una micropolítica desvinculada de la acción a gran escala no sirve. Por eso los mecanismos de representatividad deben ser colmados de espíritus nuevos, deshechos de viejos prejuicios, con ansias de una nueva política, de una nueva constitución, de nuevos sistemas de representatividad.
El papel de la Sociedad Civil es incluso más grande, difícil y pedregoso que la tarea estatal, porque los primeros y los últimos fiscalizadores del Estado somos nosotros mismos. Ésto, que finalmente viene a ser una especie de fiscalización, sumado al cambio cultural que debemos impulsar hoy, ahora, desde este mismo instante, da cierta esperanza para muchos no-natos que serán libres de darle la mano a quien sientan.
Yo creo fielmente en una sociedad donde el deseo fluya libremente.
Conseguir
el engrosamiento de la ley, la validación de la identidad de género,
la consolidación de la igualdad en materia de derechos, la defensa
de la diferencia, la erradicación de la discriminación, de la
violencia y otras actitudes para nada rescatables depende de nosotros
y nosotras. Es ahí donde el problema se entiende de forma estructural, ya que formamos parte y somos los cimientos de un sistema de género específico, el cual validamos y justificamos toda vez que callamos frente a un acto de discriminación. Somos agentes de cambio, dueños y dueñas de lo que sucede en la realidad que construímos. Olvidar aquello es ser irresponsable con nuestra capacidad de modificar las desigualdades.
Los
derechos se toman, no se piden.
Muy buen análisis Jere, sin duda son estas las reflexiones sólidas, fundamentadas y serias, las que requerimos para avanzar hacia la construcción de una sociedad diversa, democrática y basada en el respeto.
ResponderBorrarAbrazos desde Concepción ! Katia.
¡transformarnos nosotr+s, construir el común en lo diverso, derribar el estado¡ Así te leo
ResponderBorrartoda la razon cuando mencionas que hasta nuestro lenguaje coloquial contiene una homofobia latente.
ResponderBorrarMe gusta el tono obstinado del texto, no se si es la palabra , pero como de perseverancia y seguridad. Dan ganas de ilustrarlo jaja.
saludos