A esta hora (4:27) yo aún no decido dormir. Por varias razones.
Primero que nada, dada mi calidad de vago o indigente, internet es algo que se ha vuelto un lujo. Se ha vuelto un lujo porque una vez lo fue y hoy lo es de nuevo. Se ha vuelto, ha retornado a serlo y estoy hasta que el sol se despierta leyendo o haciendo estupideces.
Segundo, a mi trabajo de fines de semana se le ha sumado un día más, lo que a mi horario no le gusta mucho pero en realidad nunca lo he tomado mucho en cuenta. Así es la vida y a ésta hora no tengo tanto sueño como para desfallecer en el sillón.
Tercero, el sillón en el que habito no es ni de una pieza ni de mi casa: Está en el living que está en el departamento de mi tutor de práctica, quien ya es mucho más que sólo una figura de autoridad.
Mi vida es más incierta de lo que era hace un mes, y la verdad no tengo tan potenciado como antes ese sentimiento de que todo mejorará. Me lo repito, me lo intento grabar, pero hay algo que me ha hecho borrar esa buena energía de mi cabeza. Ojo, Jeremías. Ojo, porque te estás convirtiendo en un adulto que se aleja del que queríamos ser. Ojo, porque de a poco se pierden los sueños y se cansan las pasiones. Ojo que te empiezas a conformar, a relajar, a abandonar. Ojo que de repente ya te da flojera caminar un poco más allá, o meterte a una calle que no sabes de qué va, o escuchar música nueva.
Esto de convertirse en adulto tiene sus contras, y son demasiados como para no notarlos:
Primero que nada, la inseguridad constante. Es dificil mantenerse tranquilo cuando lo que se viene siempre es algo incierto y depende de las decisiones que vas tomando. Ni siquiera son decisiones que se presentan con estrépito, sino que derivan de una planificación (mental o agendística). Es un proyecto. Tu vida lo es. Se transformó todo en un plan a largo plazo, porque ya no sirve pensar sólo en mañana pues si no sé qué comeré no podré saber a qué hora lo haré y si alcanzaré a terminar ese informe para llegar al trabajo a la hora que corresponde y ganar el dinero que necesito para poder darme el lujo de pensar mañana: ¿Qué comeré después?.
Segundo, el peso de aquellas decisiones ya se ha vuelto notable. Antes uno no se daba cuenta, quizás era muy idiota o ingenuo, pero la carga simbólica de cada paso que se daba era algo que no aparecía en la evaluación. Hoy, siendo parte de ese gran plan, la decisión repercute en varias esferas que, interconectadas, deben estar erguidas o al menos balanceadas. Y jugar a ser una libra no es tan divertido como pensábamos.
Tercero, la vida amorosa va encontrándose con ese tonto prejuicio de que pasan los años, estás grande y quienes gustan de ti -y de quienes gustas- son personas que ya tienen el cuento claro. Y, peor aún, te encuentras en la mitad de la vida misma, porque ya no se besan todos con todo el mundo, y si lo hacen es sólo eso, porque hay peligros que se toman en consideración. Y en el peor -y más común de los casos, el sexo es definitivamente algo que se deja para "más adelante", a menos que sea algo fugaz y el sexo sea aquello último que queremos hacer con el/la otro/a. Y yo me empiezo a preguntar, ¿cuándo el sexo se volvió un fin?. Y todo gira en torno al sexo.
Si una vez, cuando chicos, el sexo era "el tema" de cada conversación de escabullida, hoy en los cafés de la ciudad es el tema más recurrente. Nunca escapamos, porque siempre estuvo ahí... ¿O aquí? ¿Importa ya?
Yo quiero conservar mis ideales, mis pasiones. No quiero apagarme, tengo kerosene para rato. Aún me quedan cosas por experimentar, y leer, y descubrir, y escuchar, y tocar y comer.
Voy camino a la adultez, pero a paso de tortuga.
Y si no te gusta, chupa'lpico.