Me mirabas con miel en los ojos,
y eso que no te gusta la miel.
Te besaba el cuello cada vez que podía,
a pesar de tus cosquillas y tu odio a la melosidad.
Te dejé conocer mi laguna y mi lava,
y dejaste que me colara en todos tus recovecos.
Nos resistimos, más que la mierda,
pero nos dejamos ganar.