Pestañas

marzo 08, 2018

El espíritu de la década

" Una organización social no es una creación del espíritu, sino un hecho que el observador debe limitarse a analizar y explicar. "
Esta cita no textual, asociada al pensamiento de Claude Henri de Saint-Simon, es algo que a veces algunas personas, sobre todo los millenials, olvidan. Pero también la generación que vivió su juventud en dictadura. La inacción y el desinterés es algo que hace eco en estas dos generaciones, y se refleja directamente en la participación de la vida política del país.
La cita que comparto se escribió a fines del siglo 18, y aún hay gente que sigue pensando que los asuntos de las ciencias sociales son "etéreos". A veces veo en mis círculos una comprensión que intenta ser más certera de la realidad social, una mirada histórica y materialista de los fenómenos sociales, y otras veces me encuentro, cada vez con más frecuencia, con justificaciones esencialistas, ebulliciones de esencias que no tienen lógica ni sistematicidad, apelaciones a percepciones que hoy son tiranas, que reclaman legitimidad sólo por existir como ocurrencias. Sinceramente, creo que nos hace mal abrazar con tanta liviandad reflexiones ligeras.
Y aquí me quiero detener un momento, ya que las reflexiones ligeras adolecen justamente de aquello que Saint-Simon intentaba rescatar: Un ejercicio filosófico que deje de utilizar como base la metafísica y se centre en lo "positivo" de la realidad social. Si bien superamos hace tiempo el positivismo (un guiño ahí para la gente de la sociología y las ciencias humanas), sabemos que es necesario rescatar la tradición científica de observar el mundo y poner el foco en aquello que es lógico, que luego del falseo y la contrastación y cualquier otra herramienta filosófica pertinente, nos permita encontrar respuestas concretas a nuestras interrogantes. Insisto: Eso implica alejarse del primer intento e insistir, darle vuelta a la cosa, de verdad probar nuestro razonamiento. El espíritu actual de la reflexión social, sumida en la relativización posmoderna, está flojo. Bien flojo.
Muchos y muchas dedicaron sus esfuerzos en teorizar la sociedad. Tantas personas concluyen que el rol de las y los intelectuales es preponderante en el desarrollo de una sociedad más justa y digna, que no podemos ir por el mundo desconociendo la necesidad de pensar y valorar la razón. No se trata de que la emoción es objeto secundario de nuestra revolución, por favor, quienes me conocen saben que es básicamente a lo que me dedico, pero la razón, ese artilugio que nos permitió hacernos de valores revolucionarios como la libertad, está aquí para darnos respuestas, no para enjaularnos. Apelar al "academicismo" cada vez que se hace un esfuerzo por interpelar a la realidad, por hacerla dialogar con la razón y la lógica, incluso con construcciones teóricas que en efecto proveen conclusiones liberadoras es dar jugo. En serio, dar jugo.
Y entre toda esta arremetida de la relativización de todo, del cuestionar porque sí, es que hemos perdido la garra transformadora. En el contexto local, la dictadura nos dejó la cagá y el desinterés por miedo parió la ignorancia voluntaria. Nos atontaron. Nos convencieron de que abstenerse de participar en el desarrollo político del país, no pensar, buscar gratificaciones a toda costa y duren lo que duren es suficiente. Y así la inacción. Nos toca, compas. Nos toca la urgencia de recuperar la conducción del devenir, la convicción de que las transformaciones dependen de cada una y uno, dependen de que las pensemos y rimemos reflexión y acción. Nos toca este desafío, y no podemos fallar. Nos toca mirar hacia atrás y comprender la historia para, en serio, de verdad, de una vez, no repetir más los mismos errores. Para que nunca más.
A hacer lo que hay que hacer.

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