Dudar como manera de amarte
Volver a hacerme preguntas sobre cosas que ya tenía claras es como
dudar de la receta del plato de almuerzo que he hecho mil veces.
Ese almuerzo que perfeccioné para mí y del que
secretamente
me siento profundamente orgulloso.
Porque lo aprendí sólo.
Pero cuando pienso si hice las cosas bien, cabe la duda.
Sería un idiota si no cuestionara lo que pienso.
De chico miraba a quienes estaban así de seguros con recelo,
porque ¿cómo se mejora sin dudar de uno mismo?
O quizás era muy chico, muy ingenuo.
No sabía que pensar era lujoso para adultos.
Si lo que hago me resulta sin problemas, pensar otra cosa podría ser fatal.
Fatal para mis planes, sus expectativas,
fatal para quien soy mientras estoy sentado en el campo,
meciéndome en una silla, reflexionando.
O más bien,
sintiendo orgullo de la vida que viví.
Como un eco, mi niño interior dice
¿por qué, de qué estás tan seguro?
No te miento, no lo estoy.
Me obligaron a hacer planes porque no hay colchón.
Estoy forzado a imaginar mis decenios,
pintar un cuadro en el lienzo que me dieron.
Nadie me preguntó si quería cantar en vez.
Intenté bailar, pero ya sabes.
Voy a seguir dudando, aunque crea que el moretón lo merecía.
Aunque crea que el silencio sirve para las poesías.
Voy a seguir dudando, porque me lo prometí un día.
Y aunque rompa promesas, quiebre lealtades, tenga múltiples personalidades,
mejorar es un acto de amor y, hoy
dudo
de mi
para ser mejor.
Porque te amo.
--
El último flotador que te lanzo
¿Cómo exigirle al sol que salga más temprano?
¿o a la luna que brille con más fuerza?
Así, tu esfuerzo, lo imagino sobrehumano
cuando te pido menos de tu indiferencia.
Yo de rodillas caminando hacia veneraciones
como pagando deudas que no había contemplado,
enajenado haciendo gárgaras de sensaciones
que todavía, por cobarde, no te he comentado.
Y mi orgullo parece ser hermano
de recovecos que tampoco había visto,
donde vivían hordas de rabietas y descaros,
ofensas, burlas y un carácter encriptado.
Son parte mía, los abrazo,
pero en la tormenta
requiero de control de plagas por encargo,
si bien pensaba que todo estaba resuelto,
sigo incubando desagrados.
¿Le dice el viento a las mareas que se muevan?
¿o las gaviotas se preocupan de los barcos?
En mis adentros soy los peces del océano
que por carnadas de tus redes soy pescado.
Son redes de silencio imperturbables,
que me obligan a callarme y no ventilar
la habitación en la que tu y yo crecimos,
donde jugamos a los mudos, sin hablar.
¿Cómo decirle a los pájaros que escuchen?
¿o a los conejos, gatos, lobos que se sienten a la mesa
y que dialoguen, decidan y juntos definan
que les espera de los días bajo el sol?
Leyendo lo que pienso sabes que sonrío,
porque no creo que te hable de insalvables.
Pero arreglemos nuestro puente sobre el río
antes que en medio ya no haya más que mares.
--
No hay pendientes
He querido contarte muchas cosas.
He roto promesas, he jurado lealtades,
he intentado encontrar eso que perdí cuando te fuiste.
El secreto sigue siendo inalcanzable para mí,
pese a tu constante manera de recordarme lo importante.
No quiero decir que me quedé con pendientes.
No sé si me engaño,
pero he decidido que hicimos todo lo que había que hacer.
¿Soy cobarde por preferirlo
o me hace alegre el decidir que
tus recuerdos no estarán manchados de tristeza?
Cada vez que me ofusco pienso
en cómo me dirías que no es propio de mi.
Pero es que te fuiste y,
dicen todos,
una parte de mí se fue contigo.
¿La suavidad? ¿La deseo de vuelta?
No me endurecí.
Dudo de la fortaleza en la resequedad,
pero últimamente dudo mucho más que
cuando era capaz de reposar en tu regazo,
pero ese lugar ya no está a mi alcance
y no hay sol de tarde que me devuelva ese abrigo,
o ese espacio,
esa flor, ni el secreto,
y ya viene otro verano.
Mucho se volvió intrascendente.
Tantas cosas perdieron relevancia.
Ahora los sábados recibo el sol por la ventana,
como un cactus.
¿Cómo estarán tus plantas?
La mia la guardo.
Incumplir tampoco es algo extraño.
Soy como tú, como varios.
Lo intenté, con todas mis fuerzas
pero
sacudirse las obligaciones también es necesario.
No sé si me entiendas,
pero
-otro pero-
desde la gran perspectiva en las alturas,
¿es tan malo?
No soy ingenuo, no hay respuestas.
Voy aprendiendo que los límites se construyen a diario,
que no hay mapa en el mar,
por eso aprendo de las estrellas que me dicen
donde es seguro escribir,
quién tiene buenas intenciones,
a quien le debo lealtad,
y cómo
y cada cuánto
te escribo en mi diario.
Hay tantas cosas que quiero contarte,
pero sé que no me escuchas.
Igual te siento en el sol,
el graznido de las gaviotas,
las plantas,
tu barranco.
Ni nostalgia, ni tristeza,
sólo alegría. Eso decías.
Yo me enojaba,
pero hoy
me la banco.